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Amistad cristiana, bisexualidad y Brideshead Revisited de Evelyn Waugh

I know of these romantic friendships between the English and the Germans. They are not Latin. I think they are very good if they do not go on too long…It is a kind of love that comes to children before they know its meaning. In England it comes when you are almost men; I think I like that. It is better to have that kind of love for another boy than for a girl. [1]

 

No recuerdo bien qué edad tenía: ¿nueve años? ¿Once? Fui una niña rara: tenía unos gustos en extremo peculiares para una niña de mi edad: me gustaba la ópera y desde mi temprana infancia estaba obsesionada con cualquier cosa británica; por mencionar sólo dos de mis inusuales preferencias (las cuales, por cierto, conservo hasta hoy día). Hoy sé que algunos de nosotros somos almas viejas cuyos destellos se perciben desde nuestros primeros años, si bien no cobramos conciencia de ello sino hasta mucho después de la adolescencia

Durante uno de mis constantes ‘channel surfings’ – que sacaban de quicio a los mayores: “¡elige un programa y velo todo!” – me topé con una serie ambientada en otra época, y como lo histórico siempre ha sido de mi interés, le dejé. A los cinco minutos ya estaba atrapada porque, para mi alegría infinita, descubrí que la acción se situaba en Inglaterra. El capítulo terminó unos veinte minutos después, pero me mantuve al tanto de la programación de ese canal (creo que era Canal Once) para poder ver los siguientes capítulos durante las semanas posteriores. Meses o años después volvería a ver, esta vez en películas, al actor que protagonizaba la serie: era ni más ni menos que Jeremy Irons, quien hasta la fecha continúa siendo de mis predilectos. Ya bien entrada en mi adolescencia volví a ver la serie, en esta ocasión en el ya desaparecido canal People + Arts. Para ese entonces ya pude investigar cuál era el origen de lo que veía y que tanto había disfrutado en mi infancia por primera vez: se trataba de la adaptación televisiva [2] de Brideshead Revisited, The Sacred & Profane Memories of Captain Charles Ryder, obra maestra de Evelyn Waugh. Tuve que esperar algunos años más para hacerme de una copia física de la novela, la cual se convirtió en uno de los textos claves de mi vida.

Siempre pensé que la razón por la que Brideshead Revisited se había arraigado en mí de tal forma era la época y el lugar en los que se situaba la acción. Sin embargo, se trata de una de esas historias que – de manera similar al En Busca del Tiempo Perdido de Proust, aunque infinitamente menos compleja que esta última – van adquiriendo capas de significado cada vez más personales y conmovedoras con el paso del tiempo. Hoy sé que uno de los puntos que mayor interés despertaron en mi desde muy pequeña fue la relación entre el protagonista y narrador de la novela, Charles Ryder; y su querido amigo, Lord Sebastian Flyte.

En el siglo veintiuno los afectos y las predilecciones se viven públicamente y todos sabemos que las consecuencias no son siempre positivas. Sin embargo, determinar de una vez por todas si la frágil y relativa seguridad que proporcionaba la estancia a perpetuidad en el proverbial clóset era mejor o peor que asumir las consecuencias (muchas veces incluso fatales) de asumirse abierta y públicamente como gay, lesbiana, bisexual o transgénero en la actualidad se antoja ocioso. No hay manera de evaluar objetivamente los ‘hubieras’ pasados, ni tampoco los presentes.

Los ingleses son conocidos –y muchas veces también admirados– por su estoicidad, su férrea determinación a proteger lo íntimo, y su voluntad que se muestra siempre inquebrantable; aún si detrás de su imponente fachada pienso que se están desmoronando emocional y físicamente. Por supuesto, también son muy criticados precisamente por esas mismas características. Su stiff upper lip, que en nuestros días halla su máxima expresión en aquel meme ya exhausto de ‘keep calm and carry on’, lleva una carga de cientos de años durante los cuales los afectos ‘inadmisibles’ han debido ocultarse mediante diferentes disfraces: amistad, compañerismo, o experimentación estudiantil. En la literatura inglesa encontramos bastantes sugerencias, algunas más evidentes que otras, de la existencia de relaciones homosexuales o bisexuales. Los ingleses, maestros de la ironía inexorable, son también sus propias víctimas: una sociedad tan reprimida públicamente en cuanto a su sexualidad es también una de las naciones occidentales en las que los escándalos de índole sexual han ocupado titulares con mayor frecuencia, para deleite de la prensa amarilla. Algunos de estos escándalos han cobrado un tinte cada vez más trágico. Los fantasmas de Oscar Wilde y Alan Turing, cuyas respectivas contribuciones a la cultura y a la ciencia de Inglaterra son igual de relevantes que el devastador escarnio del que fueron objeto, persisten como recordatorios de un incómodo y sórdido pasado de una nación que se especializa en maquillar lo que las ‘buenas costumbres’ encuentran incorrecto.

La lectura de Brideshead Revisitednos transporta a una época de Inglaterra durante la cual la homosexualidad, la bisexualidad y el homoerotismo eran condenados. En muchas circunstancias se ocultaban a veces bajo un disfraz mojigato, infame y emocionalmente corrosivo; derivado de una práctica frecuente en los colegios y universidades británicos:  la ‘amistad’ o ‘hermandad’ cristianas[3]. En efecto, la opinión de algunos educadores de la época era que la infancia y la adolescencia eran estados malévolos que debían ‘curarse’ o corregirse mediante la adopción temprana de conductas ‘adultas’. Una de las rutas o estrategias para acelerar la madurez emocional y psicológica de los niños era fomentar las amistades cristianas entre varones más o menos del mismo rango de edad – aunque una diferencia de algunos años era permisible o incluso deseable –  pertenecientes al mismo círculo social y económico. Una amistad de esta índole supuestamente fomentaba la admiración de virtudes y cualidades que no se poseían, y alentaban la imitación que en realidad era resultado de un afecto que no hallaba forma de manifestarse más que la asimilación de las costumbres, maneras, opiniones y manierismos ajenos. El conflicto y el daño ocurrían cuando el niño que se transformaba en adolescente se descubría no sólo admirando las virtudes de su amigo/ídolo; sino también desarrollando sentimientos mucho más profundos de índole romántica o incluso sexual. Resulta imposible imaginar el tipo de confusión que experimentaban estos jóvenes cuando, por una parte, sus superiores académicos alentaban la amistad ‘cristiana’ de índole cuasi platónica; mientras que por otra, la sociedad parecía observarlos, siempre pendiente de una transgresión indecorosa que permitiera su escarnio público ante cualquier despliegue homosexual o bisexual.

Entre la clase socioeconómica privilegiada de la Inglaterra victoriana y eduardiana la estancia en internados era la regla; los varones, sobre todo, pasaban la mayor parte de sus vidas totalmente alejados del núcleo familiar. Eran años tan formativos como destructivos: se adquirían conocimientos, mentores, y conexiones; se formaban lazos de amistad que podían durar toda una vida; pero muchos niños y jóvenes eran objeto de acoso y abuso psicológico y sexual por parte de profesores y compañeros de escuela. Durante las vacaciones de verano y de invierno, la mayoría de estos estudiantes convivían durante unas semanas con sus familias, para conservar las formas y aprovechar el determinado número de palabras de aliento o aprobación (para los afortunados) de sus padres. Luego se regresaba al internado o al dormitorio de la universidad y el ciclo iniciaba una vez más.

Charles Ryder, el protagonista de Brideshead Revisited, es un joven de clase acomodada, aunque sin abolengo alguno; cuya educación definitivamente habría tenido lugar en un internado, en donde no sería inusual que hubiera participado en la práctica de la ‘amistad cristiana’ a la que nos hemos referido. Al iniciar sus estudios universitarios en Oxford, entabla amistad con el joven Lord Sebastian Flyte, quien ejerce en él una atracción que se adivina romántica casi inmediatamente – las sutiles referencias e inferencias que Waugh realiza en el texto han sido discutidas en numerosas ocasiones en el ámbito académico y en el aficionado por igual. Personalmente, considero que  la naturaleza de la relación entre Charles y Sebastian constituye el verdadero eje del relato. Sebastian pertenece a una familia aristocrática, católica y excesivamente conservadora. Es el hijo varón más pequeño de Lord y Lady Marchmain, quienes viven separados debido a diferencias irreconciliables e insoportables. La hermana mayor de Sebastian, Julia, es la segunda de los Marchmain en cautivar a Charles; algo que el ultra sensible Sebastian siempre resentirá profundamente.

Desde la primera vez que vi la adaptación televisiva de Brideshead Revisited me pregunté por qué Sebastian, perpetuamente ebrio o con resaca, cargaba con un oso de peluche (su nombre era Aolysius) a través de todo Oxford. Posteriormente leí que en la novela el osito también aparecía, con un detalle aún mayor. Hoy descubro en esta excentricidad el desgarrador y futil intento por aferrarse a la libertad de la niñez, a esos momentos en que las convenciones sociales y religiosas eran meras insinuaciones lejanas.  He ahí a un niño que ninguna ‘amistad cristiana’ había podido hacer madurar.

Con el paso de los años, Sebastian observa a Charles insertarse cada vez más en el mundo de los adultos, mientras que la convivencia de este último con los Marchmain se hace cada vez más íntima. Siente que lo ha perdido a manos de su familia y hasta cierto punto tiene razón: Charles eventualmente se obsesionará con Julia, la hermana mayor de Sebastian – de quien un personaje de la novela comenta que ‘es tan parecida a Sebastian’ – y ello pone punto final a la amistad entre ambos. Sebastian se perderá en el mundo, ahogado en una sucesión interminable de botellas de champagne, tratando de anestesiar su verdadera naturaleza; esa misma que casi había sido puesta en evidencia en sus días en Oxford cuando, de juerga con su amado Charles, un par de prostitutas los anuncian públicamente como sodomitas en un club nocturno de mala nota, frecuentado por universitarios.

Charles Ryder egresará de Oxford para dedicarse luego a la pintura con éxito considerable. Luego contraerá matrimonio, condenado al fracaso desde el inicio gracias al recuerdo de la insondable Julia Marchmain. La vida militar tendrá su momento en la vida de Charles hasta que, durante unos luminosos meses, pareciera tener la felicidad al alcance de su mano cuando inicia una relación adúltera con Julia y ésta considera el divorcio para poder contraer matrimonio con Charles. La culpa, las convenciones sociales y el rígido código moral católico que gobiernan las vidas de los Marchmain harán imposible la consumación de la felicidad de Charles. Lo único que le queda es tratar de recuperar a su amigo Sebastian, quien se perdió en el mundo al tratar de alejarse por todos los medios del hipócrita y castrante entorno familiar.

–“¿Lo amabas, cierto?”, le pregunta Julia a Charles durante una de sus conversaciones más conmovedoras.

–“Por supuesto. Era el primer finalista”, le responde Charles.

Gracias a sus diarios y a su correspondencia se sabe que Evelyn Waugh  añoraba la tradición de un pasado que ya se percibía moribundo en su época. Se ha dicho incluso que si Waugh hubiera tomado partido por alguno de sus personajes de Brideshead, habría sido por los católicos Marchmain. Sin embargo, es imposible pasar por alto la manera en que expone el control que sentimientos como la vergüenza, la culpa, y el arrepentimiento ejercen en las vidas de estos personajes que, si bien son de su invención, no escapan a un juicio que se antoja menos empático que objetivo[4]. Además, llama la atención un personaje secundario por demás sugerente, Anthony Blanche, único homosexual cuasi-confeso y evidente en la narrativa de Brideshead; a quien la Universidad de Oxford expulsa, mientras que (en una inexplicable pero muy común falta de congruencia) permite que un joven casi adulto como Sebastian Flyte se paseé por Oxford con un oso de peluche, una canasta de fresas y una botella de vino tinto en lugar de asistir a clases, por ejemplo.

La tragedia en la vida de Charles Ryder no es envejecer, ni tampoco lo es la pérdida de la que considera la mujer de su vida.  Al mirar hacia su pasado, los fragmentos más vívidos y coloridos, aquellos que le permiten regresar en el tiempo hacia tardes de verano interminables, son los que compartió con Sebastian. Lo desgarrador para el espectador o el lector, es descubrir con qué facilidad Charles se había resignado desde hacía mucho a considerar su amor por Sebastian como una fase, una etapa en su desarrollo hacia la madurez; cuando en su juventud, durante esa especie de ‘fin de semana perdido’ que habían sido sus años en Oxford, todo lo dinámico, bello, y excitante de la vida habían venido de Sebastian; de su desfachatez, su humor, sus excentricidades, su belleza, y su aristocrática familia. Sin Sebastian, la vida de Charles habría sido inconcebible. La ‘fase’ había sido, en efecto, La Felicidad.

Imitando bastante a la sociedad y las costumbres que retrató en su obra magna, Evelyn Waugh también se rehúsa a nombrar sin tapujos ni vergüenza el amor que une a su protagonista con la entrañable figura que reinó sobre los días felices de su perdida juventud. Todas estas capas de significado escaparon, por supuesto, a mi entendimiento infantil; pero ejercieron una fuerte impresión que me conmovía por razones entonces desconocidas y que ahora puedo identificar como una lección de humanidad: ninguno de nuestros afectos debería adecuarse a las convenciones sociales de cierta religión o de una época específica. El amor y la atracción se presentan sin que requieran de la aprobación o el razonamiento de una sociedad, ni mucho menos de una justificación con fines prácticos. El amor e incluso el deseo deberían enaltecernos en sí mismos, pues nos permiten ejercer nuestros impulsos y disfrutar de una comunión verdadera con el otro, con los otros, y así nos permiten también conocernos y querernos a nosotros mismos.

Al igual que otras novelas tan insignes como Mauricede E.M. Forster o Los Días Escolares de Tom Brown de Thomas Hughes, Brideshead Revisited es una lectura esencial para quien desee sentirse comprendido o comprender las diferentes estrategias de control, asimilación y represión que las denominadas ‘buenas conciencias’ han empleado a lo largo de la historia para mantener a raya a las diferentes expresiones de la sexualidad humana.

 

Texto por Bere Parra

Ilustración por Quentin Blake para la edición de 1970 de Penguin Randomhouse.

[1]Waugh, Evelyn. Brideshead Revisited,The Sacred & Profane Memories of Captain Charles Ryder. (1945). Boston: Little Brown. Pp 101-102

[2]Brideshead Revisited.Granada Studios. 1981.

[3]Puccio, Paul M. At the heart of Tom Brown’s School Days: Thomas Arnold and Christian Friendship. Modern Language StudiesVol. 25, No. 4 (Autumn, 1995), pp. 57-74 (18 pages)

[4]Hitchens, Christopher. “‘It’s all on account of the war'”. The Guardian. 26 Septiembre 2008.

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