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Ilustración Oscar Pinto Clark se detuvo frente a la puerta e inhaló. Ella seguía allí. La había visto de camino a casa desde el Daily; supo que era ella por su hueso pélvico, visiblemente más ancho que el de un hombre, incluso a través de treinta pisos de hormigón vertido y acero forjado. La primera mujer que la CIA había enviado

La pandemia acercó a dos amigos quienes pasaban horas en la madrugada construyendo un mundo virtual lejos de los prejuicios de su escuela.

No recuerdo dónde lo había conocido, seguro en una aplicación de citas como las que había antes, pero ahora ya hay tantas y otras nuevas plataformas que si no fue en una fue en otra,  lo más seguro en  alguna fiesta virtual o en algún chat donde de pronto un nombre de usuario dejó de significar sólo números y letras.

No lo digo por tus ojos; ni por tus lunares en el sitio correcto para hacerme perder la cabeza; Ni por cómo tu cabello cae por encima de tus hombros y de tu espalda; Ni siquiera por cómo diriges tu sonrisa hacia mí.

Diez largos años que pasé huyendo, las sombras mi único aliado y los callejones oscuros mi único hogar. Qué apropiado que termine así.

Emilio tiene apenas dieciocho años, recién terminó la preparatoria y se siente el chico más afortunado del planeta. Gracias a su excelencia académica, sus padres lo premiaron con un fabuloso viaje de varias semanas recorriendo el Viejo Continente. ¿Acaso se puede pedir más?

Mi madre se dedica a vender ropa lujosa y joyería por internet, lo que nos permite pagar estancias temporales como ésta durante nuestros viajes de trabajo que son casi permanentes. Este lugar es lindo.

Susana y yo habíamos estudiado juntas desde la preparatoria. Yo estaba recién llegada y ella me ayudó a aclimatarme a Bogotá, una ciudad entre montañas, lejos de ciertas jurisdicciones para cuerpos con mi condición.

Estas historias son breves, vintage y tan sustanciales que algunas han inspirado obras tanto en la literatura como en el cine y se pueden terminar en una sentada.

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