Aventuras en el mundo heterocis
Texto por Sia K.
Era la primera vez que mis amigas me miraban presentándome como mujer, ya les había enseñado fotos, pero aparte es que te cuenten, a que lo experimentes en 3d y alta definición.
Ya había tenido par de reuniones, éstas sucedieron con mis amigas heterocis del colegio. La primera vez, llegué con una amiga (cis+curiosa) con quien teníamos una química increíble. Era más o menos de mi estatura (1.77 m vs. 1.81 m), era extranjera, tan segura de sí misma y tan increíble que me contagiaba de su seguridad.
Era una mujer extremadamente atractiva, constantemente me preguntaba qué estaba haciendo ella conmigo. Siempre que llegábamos a un lugar sucedía que la gente dejaba de hablar y nos volteaba a ver. Jamás me había sentido tan segura en mi apariencia y mi femineidad. Lo tomaron tan normal que me ignoraron, estaban más curiosas de quién era mi amiga y entablaron platica con ella. Yo quedé a un lado, feliz de ser cubierta por su resplandor y no tener que hablar porque no me sentía segura de mi tono de voz. No estuvimos mucho tiempo con mis amigas, teníamos otras cosas qué hacer.
Al otro día, una de mis amigas me llamó, me hizo una crítica constructiva de mi maquillaje y luego me reclamó: “¿Sabes qué fue lo que no me gustó? Que no hablaste nada, estabas como muda”. Nos reímos ambas. La verdad es que hasta el día de hoy me siento muy nerviosa al hablar en lugares heterocis sin tener una gota de alcohol encima, temo que se me pueda quebrar la voz y quedar como cenicienta después de media noche. Se necesita una coherencia triple para que una mujer trans pase en el mundo hetero-cis: tu apariencia, tus movimientos y tu voz. Menudo dilema el mío 😅.
Que no quede duda, tanto pasar como no pasar en un espacio hetero-cis, para una mujer trans puede ser cuestión de vida o muerte. Muchas mujeres trans son agredidas por no aparentar ser mujeres cis, y mujeres trans que sí pasan por mujeres cis corren el mismo riesgo si son descubiertas.
Luego de esa vez, pasó un año, mi amiga migró y ya no pude contar con el resplandor de su manta protectora hetero-cis para que me protegiera.
Empujada al vacío, me di a la tarea de trabajar en mi voz, maquillaje, movimientos, etc. y tuve muchas aventuras en espacios hetero-cis: gasolineras, supermercados, restaurantes, bares y discotecas, donde a pesar se mi apariencia, comenzaron llamándome señor, y poco a poco han terminado llamándome seño. Ahora estoy confiada de que paso en la mayoría de los lugares o personas.
Mi teoría sobre lo que me delata es mi estatura, estoy en el percentil 100 de mujeres guatemaltecas, es decir, que toda mujer guatemalteca va a ser mas baja que yo. Mi solución: hablar con acento extranjero. Ahora nadie se sorprende. No me han me pedido documentos de identidad en mucho tiempo.
El año pasado para EL CONVIVIO de mis amistades del colegio decidí presentarme como soy. Todo estuvo bien. Pero me di cuenta de algo, todos mis amigos hombres me saludaban de “Vos cerote” puño+abrazo, así como se saludan los hombres hetero-cis entre ellos. Uno de ellos, sin querer. me saludo de abrazo y me toco la teta. La cara le cambiaba de colores mientras se excusaba conmigo. Supongo que necesitan más tiempo. El resto de la noche pasó sin sobresaltos, mi amiga que me había ayudado anteriormente con el maquillaje me felicitó: “tu maquillaje esta perfecto”. Tomé un poco más de lo que debería por los nervios.
Luego sucedió una reunión post convivio en un restaurante, una semana después, y la misma cosa: con mis amigas las saludo como si nada, con mis amigos “Vos cerote”, puño + abrazo. Ahora un poco más distante para evitar las tetas. Nunca he sido una persona que se calla las cosas, así que en la sobremesa les hice el comentario de lo que creí ser la forma más divertida y menos amenazante, porque no quería hacer sentir mal a nadie:
“Mucha, en serio que chingan, porque yo así que he tomado el tiempo para maquillarme y verme pasable y entrenar mi voz y movimientos, y ustedes vienen con su saludo de Vos cerote y me delatan ante todo el mundo. Todos se rieron, y continué: “es como que si me llegan a saludar de beso de cachete, van a perder su heterosexualidad”.
Esto al parecer no causo risa, y todos se excusaron de que era muy pronto, que necesitaban acostumbrarse. Que era difícil. Que llevaban más de 30 años conociéndome como hombre y que eso no iba a cambiar de la noche al día.
Yo les conteste, “no jodan, cuando están bolos se dan besos en la frente y en el cachete para demostrar el cariño entre ustedes”.
Entre el alboroto y los tragos, una amiga decidió darme un consejo. “Mira Sia, te voy a decir algo y espero que no lo tomes a mal. Esto que estás haciendo es problemático, acordate que estas en Guatemala”. Al presionarla de que me esclareciera a lo que se refería, me dijo: “vos sabes de lo que hablo, no sos tonta”. La esposa de otro amigo intervino, me dijo que “yo le causaba vergüenza a mi familia, y que le hacia difícil la vida a mi ex, y le iba a causar traumas a mi hija”.
Me agarró desprevenida los reclamos y la violencia con la que los expresó. La gente tiene esa idea de que “ser sincera” les da derecho de romperte el corazón.
Supongo que mi transición y mi presentación, seguido de mi reclamo para ser tratada como mujer, fue un atentado lo suficientemente serio en contra de los conceptos heteropatriarcales que la sociedad tiene interiorizados, que debe haber una respuesta inmediata para callarme y neutralizarme.
Luego de la cena seguimos la reunión en la casa de mi amiga. Fui porque estaba en ese juego auto destructivo de “salvaguardar mi dignidad” en donde no me voy a ir solo porque le hago incómoda la vida a alguien y me van a tener que hacer ganas aunque por adentro me destroce.
Hablando con otras amigas y amigos, me decían que no les diera importancia, que ella estaba bebida, que era mi amiga y me apreciaba mucho. Es cierto, ella siempre ha estado de mi lado, fue de las primeras personas a quienes les conté y siempre me ha apoyado.
Aun así, el dolor es real y aunque hacía lo que podía para contener mi llanto, me trataba de consolar de que me han dicho y hecho cosas peores por ser trans, y las había sobrellevado con la cabeza en alto. La verdad es que es impredecible; cual va a ser la gota que derrama tu vaso.
Con todo el ruido en mi cabeza se me hizo necesario salir al balcón a tomar un poco de aire y despejar mi mi mente. En el balcón estaban dos amigos hablando sus vidas mientras yo pasaba desapercibida mirando hacia el infinito. A mi oído izquierdo llegaban partes de su conversación:
“Ala vergas, vos cerote si sos cabrón”. Volteé a verlos. Para hacer énfasis en lo que uno le había dicho al otro, le dio un beso en la frente.
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