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El derecho a ser un paisaje

Sentirte cómodo debajo de tu propia piel es un sentimiento tan liberador, que todos deberían ser capaces de experimentarlo. 

El desnudo masculino ha sido una fuente de inspiración y fijación desde la antigüedad, fueron los antiguos griegos los primeros en asociar el desnudo como algo heroico. 

Claro, existen vestigios de desnudos mucho más antiguos, pero hasta ese momento las asociaciones iban hacía un relato de la sexualidad, lo íntimo, y hasta la humillación que se hacía junto a violaciones luego de la conquista entre pueblos; por ejemplo  si nos diéramos un clavado e investigáramos cómo concebían la desnudez –y su sexualidad– algunos de nuestros pueblos originarios en México, comprobaríamos que algunos eran mucho más pudorosos que otros respecto a la desnudez. 

“La desnudez griega no es un signo de humillación, sino de virtud moral entre la élite social de los ciudadanos varones”, dice Neil MacGregor, director del Museo Británico. 

Luego del nacimiento de la democracia, las primeras tragedias y comedias fueron escritas, y las aventuras y representaciones de los grandes momentos inmortalizadas, muchos capítulo en estatuas desnudas. Mientras guerreros morían en el campo de batalla, y atletas entrenaban desnudos, se fue construyendo esta perspectiva que tenemos del desnudo masculino hoy. A pesar de que la homoerótica estuvo instalada en la sociedad durante el periodo de los griegos y romanos, no fue hasta hace menos de un siglo que se vio la una mirada que expresara sus deseos desde una perspectiva queer en el arte contemporáneo. El pintor pionero fue Paul Cadmus, y lo hizo al introducir explícitamente la mirada de un hombre con otro hombre, y como siempre, su éxito fue a expensas de su propia reputación. Su obra homoerótica militar The Fleet’s In causó un escándalo nacional.

Después de Cadmus, han sido muchas las perspectivas homosexuales sobre el cuerpo masculino que se han hecho camino en la cultura colectiva, mismas que por lo general son consideradas tabú, que recurren a la hipersexualización del cuerpo o que son altamente cuestionadas por la moral, cómo si un cuerpo pudiera ser usado como límite entre lo aceptable y lo grotesco. Este contraste también es importante, ya que ni siquiera durante la llamada “ilustración queer” de los años 70 y 80, la desnudez masculina fue tan celebrada (o señalada) como lo es hoy. 

Los artistas queer, que en gran medida trabajan fuera de los sistemas y gremios del arte, están revisitando estas perspectivas, y redefiniendo cómo los cuerpos están representados en el arte. Un ejemplo de estos proyectos artísticos es el de Arturo Soto, con Todo es un paisaje. 

“Una de las intenciones del proyecto es dar un espacio a la representación de cuerpos que no forman parte del canon.”  La formación y desenvolvimiento profesional como diseñador gráfico y su intersección con la publicidad, ha puesto a Soto en un contacto constante con cuerpos idealizados en espacios que omiten otras posibilidades corporales. 

“En la fotografía el cuerpo (en particular en los cuerpos masculinos desde una mirada homoerótica) es común que sea representado como un objeto de deseo, mientras que es despojado de otros aspectos que conforman su personalidad”; la ternura por ejemplo, no tiene cabida dentro de las masculindades hegemónicas. 

“Pienso que las corporalidades no hegemónicas son todas ellas que no cumplen con los estándares que les darían en un espacio de representación en los medios”. 

Este ejercicio de devolverle a los cuerpos el afecto y la ternura bien podría ser un ejercicio personal tanto del artista como del espectador. 

“En la fotografía el cuerpo, en particular en los cuerpos masculinos desde una mirada homoerótica, es común que este sea representado como un objeto de deseo mientras que es despojado de otros aspectos que conforman su personalidad. Alguna vez leí que una caricia es cualquier manifestación de una persona que implique darse cuenta de la existencia del otro, y pensé: ¿qué implicaría hacer una caricia con la mirada? El proyecto Todo es un paisaje busca eso: capturar el cuerpo como un espacio conformado por afectos, desde una mirada íntima, dejando lo sexual en segundo plano y poniendo como prioridad la ternura, algo que –creo- todos hemos sentido que queda del lado en la forma en que nos relacionamos.

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