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El régimen heterosexual como un pacto de injusticia social

Texto por Mikaelah Drullard y fotografía por Isis Magdalena.

Desde ya quiero decir, que sin el deslabonamiento (pensando en Audre Lorde) de este mundo racista, clasista, colonial, capitalista y heterosexual, la justicia social solo será una distracción de la revolución que deberíamos estar gestando. 

Tengo muchas preguntas en relación al significado de justicia. Me pregunto si en un mundo como el que vivimos existe tal cosa. ¿Puede haber justicia o es alcanzable una justicia plena, colectiva y equitativa en un mundo donde el 1% más rico del planeta posee casi el doble de la riqueza que el resto de la población mundial?  O en palabras más sencillas, donde ciertas personas con privilegios de sexualidad, raza y clase son dueños de una gran parte del mundo. ¿Será que la justicia es un derecho  que solo le pertenece a las personas con pedestales heredados por la blanquitud y un sistema heterocapitalista, cuyas vidas son reconocidas y entendidas como importantes? ¿será que su blanquitud, privilegios de raza, clase y heterosexualidad es lo que construye estos sujetos como herederos del mundo? Me parece fundamental hablar de justicia social, entendiendo las posiciones desequilibradas que ocupan las personas dentro de la matriz de dominación y sus lógicas jerarquizantes que nos organizan. 

En este breve texto, en el marco del 20 de febrero, Día Mundial de la Justicia Social, no quiero pensar sobre lo evidente: pobreza, desigualdad económica, falta de acceso a recursos y derechos humanos básicos tales como educación, salud, alimentación, etc. no porque esto no sea importante, creo que es importantísimo hablar sobre como los derechos humanos y libertades fundamentales, en realidad no son garantías universales, sino prerrogativas restringidas  a disposición de ciertos cuerpos, por lo que creo que es vital, seguir aperturando discusiones que traten sobre el acceso a derechos como una forma de justicia. En esta ocasión, me quiero dar la oportunidad de hablar sobre cómo la justicia occidental es injusticia por definición derivado de que la heterosexualidad como régimen político posibilita otros regímenes como la cisgeneridad y el orden binario de género, siendo expresiones contundentes de injusticia o justicia colonial.

La justicia es un tema de poder, que en estos contextos de control, encierro e instituciones culturales y guardianas de la gubernamentalidad colonial, es impartida y/o administrada por quienes pueden ejercerlo, basta con preguntarnos sobre qué tipo de cuerpos  habitan las prisiones, cuáles cuerpos habitan las fronteras y periferias […]

La justicia social se define básicamente como la igualdad de oportunidades y la eliminación de las barreras que impiden la garantía de derechos en igualdad de condiciones para todas las personas. Legalmente, la justicia se basa en la premisa de búsqueda del bien común. La realidad es que en un paradigma neoliberal y capitalista, posibilitado por una serie de violencias y en andamiajes de  múltiples sistemas de opresión, lo común y lo colectivo es una dimensión necesaria frente a los valores del individualismo y la competencia. La justicia es un tema de poder, que en estos contextos de control, encierro e instituciones culturales y guardianas de la gubernamentalidad colonial, es impartida y/o administrada por quienes pueden ejercerlo, basta con preguntarnos sobre qué tipo de cuerpos  habitan las prisiones, cuáles cuerpos habitan las fronteras y periferias de los Estados-nación, cuáles son los dejados a morir en mar abierto tratando de ingresar al norte global, ejemplos son la Europa que mira para otro lado mientras cierra sus fronteras a personas migrantes varados en sus costas o sobre las otras tantas personas migrantes que mueren ahogados frente a la Patrulla Fronteriza o esta misma  que los persigue a caballo en el Río Grande o sobre cuáles vidas son laceradas por motivos de homo-bi-lesbo-transfobia. 

Me resulta importante enfatizar, que no existe tal cosa como la  justicia social, entendida como la equitativa distribución de las oportunidades, porque el mundo que ocupamos y sus sociedades (occidentales) no son equitativas, son profundamente desiguales, racistas, clasistas, extractivistas, necro funcionales  y violentas, donde la acumulación es el sentido de vida, lo cual, implica necesariamente la destrucción de tierras, territorios y personas no blancas, no humanas, no heterosexuales y no ciudadanas del mundo. No sé si la justicia social es un horizonte alcanzable o solo sirve como un sueño a ser imaginado y nunca materializable debido a su profunda y marcada incompatibilidad con la matriz colonial, heterocapital y de poder, saber y forma de ser que gobierna las sociedades del mundo. 

Ante este escenario de incertidumbre, es preciso reflexionar, concretamente sobre el sujeto heterodisidente, sobre el cuerpo marika, sobre las subjetividades de prietas, negras y racializadas no heterosexuales, sobre las vidas VIH+, sobre las corporalidades en protesta y en frontal desobediencia a las normas heterosexualizantes y reproductivas de los cuerpos. Porque en un mundo caracterizado por la injusticia, la heterosexualidad es un atributo que otorga justicia. Es una norma que hace a un cuerpo más identificable y una vida más vivible.

La nación otorga derechos y garantías, pero solo otorga a la ciudadanía plena y “buena”, les migrantes refundidos, marikas, enfermas, negras… generalmente se salen de ese marco de derechos garantizados. Los cuerpos no heterosexuales se convierten en vidas desbordadas de la nación y sus privilegios, los crímenes de odio, la criminalización de la homosexualidad  y de sus experiencias y la criminalización de las personas que viven con VIH que bajo la figura “peligro de contagio” estigmatiza y castiga a prisión a personas VIH+ a través  de leyes, como fue el reciente derogado artículo Artículo 199 Bis del Código Penal Federal de México. Todo esto, entre muchos otros ejemplos, patenta cómo la heterosexualidad es el horizonte de normalidad y expectativas de las sociedades modernas, incluso, estas aproximaciones que nombran a las subjetividades no heterosexuales, como “minorías” son nomenclaturas que posibilitan construir el pedestal de normalidad universal, “natural”  y no construida de la heterosexualidad como la “mayoría”. Por lo que la heterosexualidad regresando a Wittig es un pacto social, que ha sido edificado por el régimen clínico, médico, cultural, social y capitalista.  

Wittig, dice (leyendo a Ochy Curiel), que “el contrato social es el conjunto de reglas y convenciones que nunca han sido formuladas y enunciadas explícitamente, que se dan por supuestas al estar unidos por un vínculo social, por el hecho de vivir juntos. Pero para Wittig, ese “vivir … es un contrato heterosexual juntos” supone vivir en heterosexualidad, por tanto, desde este punto de vista, contrato social y heterosexualidad son dos nociones que se superponen”. 

La heterosexualidad como régimen político (Wittig)  que organiza las relaciones dentro del capitalismo y produce obligatoriamente injusticias, crea relaciones  de poder basadas en la opresión y dominación, crea cuerpos excluidos, patologizados, estigmatizados, desviados, sujetos a ser corregidos y en subordinación con aquellas vidas que se asumen heterosexuales […]

Lo anterior, viene a evidenciar lo que ya sabemos, no lo dice en todas las constituciones políticas ni en los marcos normativos de “nuestras naciones”: se debe ser obligatoriamente heterosexual, en otras lo dice sin tapujos, se condena incluso a muerte y se castigan  aquellas prácticas sexuales no aceptadas fuera del régimen heteroCIS. Pero la realidad es que aunque no se prohíba explícitamente, no ser heterosexual, en contextos de racialización, precarización y subalternidad, se paga con vivir en la injusticia no serlo. Un ejemplo muy concreto de esto ha sido el reciente asesinato y crimen de odio del activista y diseñador de moda keniano, Edwin Chiloba, en un país donde la escalada de violencia hacia personas de la disidencia sexual, ya es común, como furto del colonislimo. ¿Cómo puede ser posible que conceptualizaciones –producto del colonialismo–, como “crimen antinatural, sodomía o actos inmorales homosexuales” produzcan agresiones letales contra las personas por el simple hecho de  no ser heterosexual? 

 

La heterosexualidad como régimen político (Wittig)  que organiza las relaciones dentro del capitalismo y produce obligatoriamente injusticias, crea relaciones  de poder basadas en la opresión y dominación, crea cuerpos excluidos, patologizados, estigmatizados, desviados, sujetos a ser corregidos y en subordinación con aquellas vidas que se asumen heterosexuales, en cuanto son productivas tanto en la matriz heterosexual, pensando en Judith Butler, que posibilitan la reproducción y el binarismo de género, en instituciones clásicas para el capital como la familia  y el matrimonio. 

No habrá justicia social mientras se continúe asesinando a personas trans, marikas racializadas, personas LGBTIQ+, disidencias sexuales y de género negras y/o racializadas, y a personas heterodisidentes.

Quiero ser enfática, la homo-lesbo-bi-transfobia, no es un tema de que no somos inclusivas, porque nos hace falta más amor, tolerancia y abrazar la diversidad ”, traspasemos los discursos  oenegeros (ONGs) y promovidos desde estas organizaciones e instituciones que conservan prácticas coloniales que crean ciudadanías de segunda y tercera categoría. Hasta que abordemos el derecho humano a la vida  desde una perspectiva imbricada donde se comprendan las posiciones heredadas que dan privilegios y se cuestionen los marcos políticos, económicos y coloniales, que nos forman todos los días,  campañas como “Libres e iguales de Naciones Unidas son parches que tapan la profunda herida colonial que nos raja la carne. El régimen heterosexual es quien produce nuestras vidas como desechables, es el régimen quien aniquila, extermina y asesina, ese régimen que construye horizontes de moralidad para quienes habitan la heterosexualidad. Ejemplos concretos, son los datos de la organización Letra S, que registró al menos 78 muertes violentas de personas LGBTI+ en México por motivos relacionados con la orientación sexual, identidad o expresión de género en el año 2021. Eso se traduce en que asesinaron  en promedio al menos 6.5 personas de la diversidad sexual por no ser heterosexuales y cisgénero, y de este grupo las mujeres trans son quienes resultan más afectadas, habiendose resistrados 55 transfeminicidios en el mismo año. 

No habrá justicia social mientras se continúe asesinando a personas trans, marikas racializadas, personas LGBTIQ+, disidencias sexuales y de género negras y/o racializadas, y a personas heterodisidentes. La justicia social seguirá siendo una ilusión de distracción y un ungüento poco eficaz que nos hará sentir un falso alivio al  tapar la herida, cuando en realidad está más profunda y abierta, porque no hay intención de curar las profundas laceraciones que cargamos producto de la colonialidad heterosexual.. La cura es más radical, es la abolición de la heterosexualidad como régimen político que posibilita gran parte de la injusticia social del mundo, junto a otros entramos de poder como el racismo, la colonialidad, el capitalismo, el clasismo y el patriarcado blanco. Es urgente develar la falsa de occidente, y hablar de la dolorosa injusticia planetaria que gobierna el mundo. 

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