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Una reflexión sobre homosexualidad heterosexualizada: de cuando los hombres gays devinieron hetero-ciudadanos

Texto por  Mikaelah Drullard

Me pregunto como una forma de transitar

Nunca me he sentido tan despreciada por hombres gays como cuando inicié mi transición. Es la primera vez que escribo sobre mi trans-vida, pero cuando nombré por primera vez mi carne negra como Mikaelah, cuando me fugué de ese cis-varón-nombramiento impuesto y me refugié en la transitividad, solo he recibido miradas de sospechas y asco de parte de muchos hombres gays que se nombran “disidencia sexual”. Desde el inicio de mi transición, dentro de mí empezó un proceso de transformación radical, el cual describo como un devenir contradictorio que me ha llevado a un lugar de confusión, por sentirme rota, fisurada, confundida, indecisa y sin saber qué hacer después. Esto se puede leer como algo negativo, pero no lo es. Esas rupturas también han propiciado en mí unas ganas  inmensas de vivir, que no podría describir con palabras aquí. Pasé de querer parar, bajarme del mundo y no seguir más, a desear correr, respirar, transitar como movimiento y pulsión de vida, permitiéndome explorar todo aquello que me ha sido negado y reprimido.  

 

Muchas veces creemos que la confusión es algo malo, en realidad es un espacio político cognitivo e intersubjetivo que nos habilita para hacernos preguntas que en muchas ocasiones nos llevan a romper las cadenas que nos sujetan. Las preguntas siempre nos dirigen a pensar en la duda: ¿Acaso soy un hombre? ¿Acaso soy varón? ¿Qué significa ser y habitar el cuerpo de un hombre? ¿Qué es ser un hombre? ¿Qué tipo de hombre soy o no soy? ¿Si soy un hombre según la clínica, la familia y la historia occidental, por qué soy tan infeliz? ¿Qué me lleva a pensarme disidente del régimen sexo-género y devenir en mujer? ¿Por qué la cisgeneridad me asfixia? ¿Por qué pensarse como una vida trans denota en mí sentimientos de alegría y nuevas ganas de vivir? ¿Por qué construirme trans me hace sentir  una vida importante, vivible y alegre? ¿Por qué no tendría que devenir trans? ¿Por qué siento miedo de perder el amor, de perder un cuerpo deseable y por qué prefiero eso a seguir habitando está cárcel que me quita la libertad? La confusión, la duda, el no saber, el campo de las preguntas me ha permitido renunciar a los lugares de certezas hegemonizados por la colonialidad del saber (Edgardo Ander) de occidente y la blanquitud. Creo que abrazar la incerteza es una apuesta descolonial que me permite partir de un no-lugar que solo yo puedo ser capaz de definir, hacer y construir. Mi vida y cuerpo son un proyecto que desde mi plena autonomía, contra todo orden de control, decido edificar. 

 

No solo soy una mujer trans, soy una mujer trans negra 

Yo no soy una mujer trans a secas, soy una mujer trans negra. Va junto, es indisociable, no se trata de una suma: trans + negra. Soy una mujer trans negra. Como el café, cuando lo preparas no puedes separar lo que es: eso soy. Las personas trans negras no somos un chiste ni un estereotipo, tampoco somos un deseo, una caricatura o una simulación. Somos una situación política, somos nuestros propios proyectos de vida, horizontes de vida, sujetos importantes. Somos cuerpos en fuga de los pactos cis – hetero – sexuales – blancos que nos encierran, nos limitan y nos arrebatan la voluntad de disputar. Somos autodeterminación cimarrona y autonomía descolonial; somos cambios, somos movilización, transformación y devenir; somos interritorializables, inclasificables, somos fisuras que se fugan de este orden cis binario de género que solo entiende la existencia desde el determinismo biológico y esencialismo de la bio-mujer y el bio-hombre. 

 

No quiero  seguir el norte 

Yo vivo contra ese discurso blanco que aprendemos desde la escuela y en la familia, cuando nos dicen “decídete y ten metas claras”, que cobran sentido desde la multiplicidad de voces neoliberales que dominan los sentidos de vida y buscan que sigamos siendo colonizadas por la lógica del emprendimiento blanco que constantemente nos llama a seguir el norte. Creo que este mundo se opone, incluyendo a hombres gays, a quienes somos personas trans (personas trans negras) porque rompemos el silencio, abrazamos las fronteras de los cuerpos y construimos otros mundos posibles que se contraponen a este cismundo – hetero – normado. Creo que mucho tiene que ver con que nos salimos del falso dilema de occidente de “naturaleza – cultura”, denunciamos el esencialismo de las narrativas heterosexuales, binarias-biológicas y coloniales que nos construyen como las enfermas del mundo. 

 

Continuando con lo heterogay 

La pregunta que me gustaría hacerme aquí es por qué de pronto resulté detestable, indeseable y despreciable para los hombres gays. Me pregunto esto no porque esté particularme interesada por ellos, sino porque pareciera que lo gay es existente en cuanto es heterosexual, es decir, se permite el “amor” entre hombres siempre y cuando se respetes las fronteras binarias del buen comportamiento masculino de la cisgeneridad colonial. Todo cuerpo que se fugue de esos parámetros es visto como criminal sujeto a ser perseguido y castigado desde lo cisgay con la mirada de la enfermedad. ¿Qué significa que te digan: “hay que estar un poquito mal para querer ser trans” ? Nunca me he sentido tan “enferma- desviada- loca” como cuando los hombres gays me preguntaban: “¿pero por qué? Si estás/estabas bien. si te ves bien, ¿por qué quieres ser mujer?”. 

Ante este panorama, quiero primero denunciar la falsedad de la idea de “comunidad lgbtiq”. No son una comunidad, ni saben lo que significa una. Se supone que lo comunitario deberían ser esos espacios políticos donde priman los puentes y las resistencias colectivas de cara a los procesos extractivistas que nos despojan de la vida. Y segundo,  me gustaría responder que una transita por muchas cosas, cada quien sabrá qué les mueve pero, lo que sí sé, es que muchas de nosotras/nosotros/nosotres no transitamos pensando en lo que dejamos de ser, sino en lo que queremos ser, es la fuerza que nos mueve. No lo hacemos por quien nos ven, lo hacemos porque somos nuestros propios proyectos de vida y, al menos yo, lo hago para construir horizontes en un mundo colonial que me quiere muerta. 

 

Homoheterosexualidad 

La homosexualidad ha dejado de ser disidencia, al menos en este contexto y territorio que habito, para convertirse en una forma distinta de ser heterosexual. La expresión trans es lapidada, la colonialidad estética del cuerpo está presente como vara constante de medición, los cuerpos no hegemónicos son evidenciados como sujetos enfermos y no dignos de ser deseados-amados, las personas portadoras del VIH son hostigadas, criminalizadas y responsabilizadas de “propagar el virus”, las marikas, las emplumadas y muchas mujeres trans negras como yo, somos vistas como cuerpos que dañan la imagen de la falsa comunidad de hombres gays. En apps como Grindr, por ejemplo, piden nuestro exilio. A estas alturas vale la pena recordar que lo gay no quita lo cis ni lo racista y muchos varones gays desde lo cis  performan una masculinidad hegemónica ciudadana-sana-bien portada y blanca-asimilada que en todo momento buscan negar la abyeción de los cuerpos negros, marikas, trans, periferizados  y 0+, para en contrapartida reafirmase como hombres que solo tienen sexo con otros hombres, pero en todas las demás dimensiones de sus vidas, personifican verdaderos “varones, hombrecitos hechos y derechos” y sujetos de bien que desean ser humanos, porque se heterosexualizan deseando los dispositivos de control y reconcimiento del Estado. Prefieren ser policías represivas y “diversas” que compartir con marikas trans negras enfermas. 

Tengo la sensación de encontrarme en el momento donde es necesario identificar a la peor de tu clase para tener la oportunidad de acceder a las credenciales ciudadanas. Los gays han respondido la incorrecta pregunta que se ha hecho el régimen heterosexual: ¿Dime quién es la peor de las tuyas? Los cis-gays blancos y blanqueados han señalado a las trabas, a las prietas, negras y “enfermas” y han dicho: “yo no represento una amenaza al orden, yo soy un hombre de bien, quiero ser un policia de bien, un padre de bien, un político de bien, un represor de bien, un matrimonio e hijos de bien, no me juntes con las desviadas adyectas, yo soy diferente”. Y en esa obsesión de reconocimiento han encarnado una fuerte animadversión y repudio hacia quienes no nos ajustamos a los estrechos margenes de la cis-sexualidad-hetero. 

 

Me vuelvo a preguntar 

¿Cuándo dejamos de ser disidencia? ¿Cuándo se adoctrinaron, heterosexualizaron  y disciplinaron sus cuerpos y deseos otros bajo las órdenes del régimen político de la heteronormatividad? ¿Cuándo empezamos no solo a protegernos de la policía, sino también de los hombres gays que nos criminalizan y tachan de personas enfermas por ser “sujetos indeseables”, con cuyos cuerpos nunca quieren ser relacionados? Con estas preguntas me surgen más dudas que certezas, los absolutos siempre nos llevan a los fascismos esenciales que nos desprenden de la historicidad de nuestros cuerpos, por lo que me propongo seguir preguntándome sobre la carne que habito. Ojalá que la cisgayidad un día traicione el pacto cis-blanco-racial-colonial y se entregue a los mostruos indesables que somos. 

 


Mikaelah Drullard: mujer trans, no – humana, negra, mestiza y fronteriza, habitante del tercer mundo. Marika travesti, Migrante y fugada del Estado ocupacionista dominicano y del sistema sexo-género, antirracista afrodescendiente y parte de las colectiva AFROntera Cimarrona  y del proyecto de-formativo DécimaOla, voguera en House of Magdalena y House of Pank. Creadora del Podcast antirracista Café Marika. Estudió Relaciones Internacionales, tiene estudios en género, sexualidad, diseño y formulación de proyectos y trabaja en temas de libertad de expresión y personas defensoras con diversas organizaciones de la sociedad civil en México y en Centroamérica.

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