Los arces rayados
Texto por Orly Peña “Misi”, fotografía por Andei Puzakov
CDMX
Gracias a ella logré sobrevivir. Su nombre es Ara.
Nunca pensé en el nombre como una representación de mi persona, ya que ni yo misma me identificaba con mi propio nombre.
Desde que tengo uso de razón las personas me llamaban tiernamente con el diminutivo del nombre que me pusieron al nacer, pero al llegar a la secundaría las cosas cambiaron; mis compañeros y compañeras comenzaron a decir “Miren, ya viene la María”. Al principio me enojaba, pero al final lo aceptaba. Era diferente, caminaba diferente y me sentía diferente.
Iba en el turno vespertino, donde incluso los mismos maestros reían, “bajita la mano”, de otros profesores y bien sabíamos por qué. Yo suponía que también se reían de mí, ya que sabían, por mis compañeros, que yo era “la María”. Solamente escuchaba de mis maestros cuando me molestaban decir “Silencio, no estén molestando”, pero siempre pasando de largo que esos comentarios eran para mí.
Un día, en la clase de ciencias, hablábamos del reino plantae. Realmente era una materia que no me importaba y prefería estar rayando la banca o chismeando en papelitos hasta que escuché decir a la maestra que había un caso extraordinario en ese reino, que existía un árbol que podía cambiar de sexo cuando se veía amenazado, de acuerdo a varios estudios científicos. En ese instante al fondo escuché una risa interrumpir y decir “como la María”, que provocó un desorden en el salón.
Al finalizar la clase tardé un poco más de lo normal en recoger mis cosas para poder preguntar a la maestra ¿por qué un árbol cambiaría de sexo? La respuesta que me dio fue simple: “Supervivencia”.
Me fui a casa a pie, pensando, envidiando la hermosura de las plantas, de los árboles y de las flores, pero siempre recordando lo pasajero que es su belleza; las flores marchitas del florero de la mesa de la abuela, la tristeza de mi madre al recordar la ausencia de mi padre y las voces de mi familia que siempre me decían “eres hombre, no eres niña, no seas chillona”, y recordé de nuevo la palabra supervivencia.
Ahora, a mis 30 años, aún recuerdo esa clase, a mis compañeras y compañeros, y a mis maestros y maestras. Y cada vez que me preguntan, ¿por qué, Ara? pienso: “soy como un arce rayado que puede cambiar”,
Nunca les digo eso. Solo les contesto “por Araceli”.
Este cuento forma parte de la selección de textos de la convocatoria Microcuentos Orgullo Lector de México Lector y The New Gay Times durante el Mes del Orgullo 2020 sobre las distintas realidades de las personas LGBTQI+, partiendo desde cómo los lugares nos han dado forma e identidad, qué tanto han cambiado las ciudades y cómo son aquellos espacios que llamamos hogar.
Las historias le dan sentido a nuestras vidas, nos dicen de dónde venimos y hacia dónde vamos, nos conectan para reconocernos y ser reconocidos. Como escritores y lectores, tenemos que empezar a trabajar para mostrar esta diversidad de historias y realidades de personas, solo así dejaremos de alimentar estereotipos generalmente limitantes, inexactos y discriminatorios que refuerzan las desigualdades.
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