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Mi madre se dedica a vender ropa lujosa y joyería por internet, lo que nos permite pagar estancias temporales como ésta durante nuestros viajes de trabajo que son casi permanentes. Este lugar es lindo.

Ella vive en el desierto, la ciudad del sol es su casa. Aquí, el calor quema mucho, tanto como quema una mente cerrada o vivir dentro del closet. 

Nunca pensé en el nombre como una representación de mi persona, ya que ni yo misma me identificaba con mi propio nombre.

Aún con cubrebocas reconocí que él era guapo. Cortaba un mango sentado sobre una pila de huacales. Estaba detrás de mí, sin embargo, a miradas furtivas fui componiendo sus facciones.

Todo indicaba que sería como cualquier otro domingo para Lucía. Se había despertado puntualmente a las siete, a pesar de haberse dejado atrapar por su cama para intentar dormir más.

A.J. solía tener estos sueños idiotas cada que veía una nueva película, revivir los escenarios sin formar parte de la acción. Nunca había sido un joven que quisiera formar parte de la acción, pero lo que sabía es que siempre había querido vivir una aventura de película.

A veces no es necesaria una limpia. A veces solo necesitamos un abrazo para volver a ver los colores del mercado.

A veces, Jims y yo mentíamos sobre ir al cine para venir a las tardeadas y claro, veíamos a adolescentes como nosotros refugiándose en este cachito de mundo. También ese día había gente como nosotros, pero se sentía diferente. El aire era otro.

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