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“Pero, ¿vos no tenías una nena?”

Imagen creada con Midjourney
Imagen creada con Midjourney

Por: María Leticia Cazeneuve (she/ella) 

“Pero ¿vos no tenías una nena?”

En mi caso, la respuesta más “sencilla” sería “era una nena, pero ahora es un nene”, pero no estaría reflejando la realidad. En cambio, cada vez que me hacen esa pregunta, me detengo y pienso “¿yo tenía una nena acaso?”.

En cambio, cada vez que me hacen esa pregunta, me detengo y pienso “¿yo tenía una nena acaso?”.

Busco en mis recuerdos y veo una personita de tres años diciéndome “me gusta Fulanita” (bueno, eso no determina en nada el género, ¿verdad?). Veo también a esa misma persona que me dice: “quiero usar ropa canchera, así, como la ‘de varón’” y, al rato: “quiero jugar al fútbol” o “no me gusta llevar el cabello suelto”. Todas señales de lo que vendría después.

Después, esta “nena” comenzó a manifestar cada vez más incomodidades; incomodidades que no se resolvían mostrándole que podía ser nena y sentir atracción por otras nenas (afirmación que se contradecía con el bombardeo heterosexual que recibimos en esta sociedad), enseñándole también que vivimos en un mundo absolutamente binarista y estereotipado (bueno, tal vez no con esas palabras) que espera que, si una persona nace con vulva tenga gustos y haga actividades asociadas a las mujeres. Gustos y actividades que por supuesto “ella” no tenía ni tampoco quería tener.

Ese “malestar” se hizo más evidente en 2020, durante la pandemia por COVID-19. A sus siete años, al comenzar a jugar juegos en línea (actividad vedada hasta entonces y que en esos momentos pareció la salvación), siempre elegía avatares “masculinos”, se presentaba con nombres “de varón” y hasta entablaba “noviazgos” con quienes se presentaban con avatares “femeninos”. Esos juegos de roles no tardarían en trascender a la realidad.

Durante la primavera austral de ese año, en una de sus clases virtuales de Intercambio, una maravillosa materia que dicta la escuela primaria laica a la que asiste, en la que conversan sobre hostigamiento, ciberacoso y educación sexual integral, entre otros temas, con palabras adecuadas para cada uno de los grados de primaria, hablaron de roles de género. Allí, escuchó de otras personas que el rosa no era necesariamente “color de nena”; ni el celeste, “color de varón”. Alguien más además de mamá y papá le decía que podía vivir su expresión de género libremente. Entonces tomó coraje y pidió cortarse el cabello. No miento si digo que nunca “la” vi tan feliz como ese día.

Una maravillosa materia que dicta la escuela primaria laica a la que asiste, en la que conversan sobre hostigamiento, ciberacoso y educación sexual integral, entre otros temas, con palabras adecuadas para cada uno de los grados de primaria, hablaron de roles de género

A partir de allí, afortunadamente, todo se precipitó. Al verse “como varón” y comenzar a socializar con esta expresión, su felicidad era ineludible. Un día me miró a los ojos y me dijo: “Mamá, yo quiero ser varón”. Sostuve su mirada, recordé todas las señales, vi su felicidad una vez más y con calma, le contesté: “Vos podés ser varón si es lo que sentís. Hay varones con vulva y nenas con pene”.

“Mamá, yo quiero ser varón” – “Vos podés ser varón si es lo que sentís. Hay varones con vulva y nenas con pene”

Por eso, cada vez que me preguntan “Pero ¿vos no tenías una nena?”, me detengo y respondo: “Pensábamos que era una nena, pero él nos hizo notar que era varón”.

“Pensábamos que era una nena, pero él nos hizo notar que era varón”.

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