Protestas olvidadas de Los Ángeles en la lucha por derechos LGBTTTIQ+ de EEUU
Se realizaron los disturbios de ‘Cooper’s Do-nuts’ una década antes de Stonewall
Imagen de portada fotograma de la película The Exiles, 1961, texto por Rodrigo Herrera
En el lado opuesto del país, dos protestas que preceden los disturbios de Stonewall enmarcan el legado de la historia en la lucha por los derechos civiles de personas LGBTTTIQ+. La más antigua –y casi olvidada–, fue la primera vez en que las personas trans afrodescendientes y latinas, sus compañeros y la comunidad que llevaba tiempo formándose se defendieron de la brutalidad policiaca.
Sucede muy seguido que quienes se encargan de escribir la historia muchas veces pasan por alto las aportaciones de las personas más marginadas, así como el contexto que da origen a los movimientos sociales que despiertan. Esto me ha llevado a la búsqueda de historias, personajes y sitios históricamente relevantes para la memoria trans de la historia LGBTTTIQ+, desde Buenos Aires hasta Ciudad de México, y ahora Los Ángeles.
Durante los últimos tres años, los esfuerzos por el rescate de la memoria trans que he podido conocer como el Archivo de la Memoria Trans de Argentina, proyecto co-creado por Claudia Pía Baudracco y María Belén Corea, mujeres trans activistas y fundadoras de la Asociación de Travestis Argentinas (ATA) en 2012 y el Archivo de la Memoria Trans en México disponible en línea, fundado por Brandy Basurto, Emma Yesica Duvali, Terry Holiday y César González-Aguirre en 2019, nacen del interés por conservar, celebrar y dignificar la memoria de mujeres trans en diferentes latitudes, al mismo tiempo que se denuncian las violencias que sufrieron y siguen sufriendo de parte de los Estados.
Por otro lado, los registros y libros documentales de la historia LGBTTTIQ+ de Los Ángeles buscan recuperar los primeros momentos tanto de movilizaciones por la lucha de derechos civiles, como de la comunidad organizada, las formas de pensar, actuar y el estilo de vida, así como la evolución en la creciente aceptación de la diversidad y lo que significó para el desarrollo y configuración actual de esa ciudad.
Aunque la primera demostración por los derechos civiles de las personas LGBTTTIQ+ documentada en Estados Unidos sucedió en 1967 en respuesta a la redada del Black Cat Tavern (1966), la conmemoración del Pride hoy considera a los disturbios de Stonewall de 1969 como el evento que catapultó el movimiento moderno por los derechos civiles LGBTTTIQ+. Una década antes de esos disturbios, en 1959, un local de la cadena de cafeterías Cooper’s Do-nuts, ubicado en Main Street Downtown, fue testigo de un choque entre la policía y personas trans y queer que se resistieron a ser arrestadas una madrugada de mayo. La clientela de la cafetería, un grupo diverso conformado por personas trans, drag queens y trabajadores sexuales se unió a su defensa arrojando café y donas, frustrando así el arresto y obligando a los oficiales a retroceder y buscar refuerzos. El incidente que causó el cierre de la avenida principal hasta el día siguiente ha sido descrito por un testigo, John Rechy, escritor mexicanoamericano, en su novela “City of Night”, publicada unos años más tarde en 1963, y que presentaría por primera vez la escena queer de Los Ángeles. La transgresiva novela inspiraría también la letra de la canción “L.A. Women” de The Doors, que describe el ambiente de glamour, fiesta y violencia que se vivía en la ciudad.
El episodio de la cafetería se describe detalladamente en el libro documental “Gay L.A.: A History of Sexual Outlaws, Power Politics and Lipstick Lesbians” de Lilian Faderman y Stuart Timmons publicado en 2006 desde el testimonio de Rechy.
It happened in the spring of 1959 at Cooper’s Donuts, a downtown coffee shop on a seedy stretch of Main Street between two of L.A.’s older gay bars, the Waldorf and Harold’s. Since their glamour days as early as the 1930s, both bars had grown shabby, but they offered refugee to the outcasts of that depressed enclave, who also made Cooper’s Doughnuts their hangout. Cooper’s was an all-night haunt, a place to get cheap coffee and doughnuts, a good place to camp or cruise or converse. Most patrons were queens, butch hustlers, their friends, and their customers. Many were Latino or black. The queens wore the half-drag of Capri pants and men’s shirts, which, they hoped, would enable them to escape arrest for “masquerading” as women (though they knotted their shirts at the midriff in the feminine style of the day). Because the patrons were obvious or suspected homosexuals, Cooper’s became a frequent target for the Los Angeles Police Department, which prided itself on being one of the most determined enemies of homosexuality in the nation.
Para poder comprender las causas que provocaron tales movilizaciones, hay que recordar que la experiencia queer de hoy –aunque vulnerada en derechos todavía– dista mucho de cómo era hace más de siete décadas. Las prácticas discriminatorias de los oficiales del Departamento de Policía de Los Ángeles incluían detenciones arbitrarias, uso excesivo de la fuerza y arrestos de personas cuya expresión de género no coincidiera con sus identificaciones. El simple hecho de estar reunido con otras personas LGBTTTIQ+ o asistir a un bar donde sucediera una redada era motivo suficiente para ser detenido y acusado. Incluso dar servicio a personas queer era considerado un riesgo para los negocios por el hostigamiento y vigilancia que provocaba en la policía. Tanto la homosexualidad como el travestismo (llamado “masquerading”) eran ilegales y penados por considerarse perversiones y desviaciones sociales.
That night in May, a patrol car circle the block a few times, parked, and two police officers entered Cooper’s, demanding to see identification from those seated at the long rectangular counter. As usual, the police stated no reasons for their harassment. “You, you and you — come with us,” and ordered the men into their squad car. But just as would happen a decade later and a continent away at the Stonewall Inn, that night in Los Angeles, the crowd rebelled. The arbitrary arm of the law had come down “one time too many.” Rechy says: “First people started throwing the doughnuts they were eating at the cops. Then, paper cups started flying … Then coffee-stirring sticks and other things started flying at them.”
Este podría ser el primer levantamiento en la historia LGBTTTIQ+ pero el evento ha sido poco reportado o documentado.
Cooper’s Do-Nuts fue el primer lugar que agregué a mi lista. Anoté un puñado de direcciones adicionales extraídas del Mapa Queer (proyecto sobre las historias de espacios y organizaciones LGBTTTIQ+ en L.A. desde 1871 a la fecha) y me dirigí al centro de la ciudad para visitar los sitios que marcaron la historia queer de Los Ángeles. Mi primera decepción del día.
El número 547 de Main Street, esquina con la 6ª, donde solía estar la cafetería Cooper’s Do-nuts es ahora a un lote de estacionamiento. Otra dirección atribuida al espacio en otras fuentes, el 316 E. 5th St. lleva al parque San Julian y el resto, extraídas del sitio oficial de la cadena de cafeterías –que se conserva en línea como una parte de la memoria de la revuelta– llevan a una pequeña oficina de inmigración junto a otro lote de estacionamiento frente a la Catedral de Santa Vibiana, ahora convertida en un espacio para eventos privados.
La demolición de sitios como la cafetería Cooper’s Do-nuts ha contribuido a la amputación de la historia trans dentro del mismo movimiento LGBTTTIQ+ en la ciudad, comenzando con aquellos centros nocturnos que más que bares, eran consideradas instituciones. Sin embargo, algunos pocos lugares perduran y aunque han sobrevivido recesiones económicas, la brutalidad policiaca y la pandemia del SIDA, a tres años desde que se declaró la pandemia por COVID-19, hoy corren el riesgo de desaparecer junto con la mayoría de los bares que servían a la clientela latina y afrodescendiente en la ciudad.
Tal es el caso de del bar New Jalisco, mi segunda parada, uno de los pocos bares enfocados en una clientela mayoritariamente queer y latinx que durante la pandemia estuvo a punto de cerrar sus puertas permanentemente. El colorido mural en rosa que resalta junto a otro lote más de estacionamiento fue realizado por Gabriela Ruiz, artista de performance queer del New Jalisco y el artista Rafa Esparza, inspirados en “El baile de los 41”, el episodio homofóbico más famoso en la historia de México donde una fiesta gay de la élite, donde la mitad vestía ropa de mujer desató el escándalo hace más de un siglo en épocas de Porfirio Díaz.
Mi tercera parada sería lo que se consideraba como el “ghetto gay”. Curioso por descubrir lo que quedara de “the run”, un corredor de lugares de encuentro para homosexuales sobre la 5ª avenida y bares cercanos que operaban desde la era de la prohibición en los años 20 hasta los 60s. Llegué a Pershing Square sólo para comprobar en lo que se convirtió la primera y única plaza pública que tenía la comunidad queer de Los Ángeles quienes vivían en el anonimato y la clandestinidad: un estacionamiento de tres plantas coronado por una fina capa de pasto, estatuas, referencias y figuras con poco contexto entre sí, enmarcadas por el paisaje del distrito financiero.
La “operación a corazón abierto” que significó las multiples remodelaciones de Pershing Square desde 1951 y la demolición de edificios con una fuerte carga histórica para la comunidad LGBTTTIQ+ en el Downtown, forma parte de la maquinaria de suburbanización –y de expulsión– construida para automóviles particulares por encima de los peatones, que terminó mudando a los “ciudadanos de bien” a los suburbios y a la escena queer al oeste, en los límites de la ciudad y al margen de la represión policiaca.
La presencia mayoritaria de personas sin hogar intoxicadas y las marcas de excremento humano en el concreto de la plaza contrastan con la figura de un padre que acompaña a su hija en los juegos infantiles. Este bloque ha dejado de ser un parque, ha dejado atrás también el bullicio y la efervescencia de la vida nocturna que alguna vez tuvo. Ni siquiera la fuerte presencia de la policía me harían volver de noche. En realidad, me quedaban pocas horas antes de que se pusiera el sol y aún tenía que emprender el camino hacia East Hollywood.
La siguiente parada es la taberna The Black Cat. Localizada en Sunset Boulevard, el edificio donde se encuentra es ahora más Shake Shack que taberna. Incluso existe una batalla sonora entre ambos espacios que intentan marcar un límite con música pop vs lo-fi dentro del modesto edificio Art Deco. Construido en 1939, este espacio solía albergar un mercado de abarrotes de Safeway. Para los años 60s se convirtió en un bar gay y una lavandería que servía a una clientela mayoritariamente de clase trabajadora. Los negocios vecinos eran una serie de establecimientos amistosos para mujeres lesbianas y hombres homosexuales.
La redada del Black Cat sucedió en el momento en que los asistentes intercambiaban besos y abrazos de fin de año. Ocho policías en cubierto (según el libro Gay L.A. les llamaban “Hollywood Rejects” por su atractivo para engañar a hombres homosexuales) realizaron la redada a medianoche, catorce personas fueron arrestadas afuera del bar y acusadas de agresión y “exposición indecente” (“public lewdness”). Más tarde, estos arrestos representarían la primera vez que hombres homosexuales fueron defendidos en un caso judicial ante tribunales que no estaban de acuerdo con su estilo de vida. En respuesta, en febrero de 1967, más de 200 clientes queer de la taberna se manifestaron pacíficamente contra la brutalidad policial tras la redada. Algunas fotografías de la protesta se pueden observar en las paredes junto a cuadros y arte que hace referencia a gatos. Afuera, una placa reconoce el sitio como un monumento histórico cultural. Tal vez sean las decepciones de la mañana, pero esperaba encontrar más sustancia, más fotos y más historia de lo que aquí sucedió.
Muchos de los sitios importantes para la cultura LGBTTTIQ+ han sido destruidos antes de que sus historias pudieran ser contadas o comprendidas como parte del movimiento.
La celebración del Orgullo (Pride) de Los Ángeles conmemora los disturbios de Stonewall en 1969, y aunque su significado se ha transformado para honrar cada vez más a las personas afrodescendientes y latinxs que participaron en este proceso (como Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera), aun queda mucho para hacerles justicia en la memoria histórica.
Todo movimiento social tiene sus orígenes en la resistencia que brota sobre la dominación, de la búsqueda de identidad y de hacerse un espacio en el mundo. Detrás de la vibrante escena LGBTTTIQ+ que vemos en Los Ángeles hoy, se encuentra la historia trans que es parte indisociable de nuestra historia, y que seguido se olvida y estigmatiza incluso dentro de la misma comunidad, pero que se niega a ser olvidada.
Esta investigación fue muy frustrante principalmente por la falta de registros y documentación sobre los hitos en la historia de los derechos LGBTTTIQ+, pero decidí darle una última oportunidad y visitar la Biblioteca Central al día siguiente para consultar más fuentes y bases de datos. Varias personas han asistido a la biblioteca preguntando sobre registros de lo sucedido en Cooper’s. Incluso se le ha dotado de mito al incidente, una categoría que se ubica entre lo no comprobar y no refutable.
–“Si lo resuelves, harás a mucha gente feliz, o infeliz”– me dijo el segundo bibliotecario que me asistió.
Fue hasta que regresé al libro de Gay L.A. que comprobé la verdadera importancia de Cooper’s Do-nuts. El evento en la cafetería, junto con un centenar de razones más, inspiró el trabajo de documentación que se hizo para el libro. La falta de registros impulsó aún más la búsqueda documental de Faderman y Timmos, y en el proceso de descubrir esas historias entrevistaron alrededor de 300 personas de distintos orígenes, identidades y edades que iban desde los 16 hasta los 80 y tantos años. Fue gracias a las fotografías y documentos que las personas y organizaciones atesoraron, que se pudo conocer otros hitos históricos que van aún más atrás en el tiempo y que nos demuestran el tejido del que está constituida nuestra comunidad y nuestra lucha en común. Por ejemplo esta fotografía que muestra a una docena de personas, afrodescendientes y blancos y que documenta una “gala interracial” que sucedió en el Club Alabama en la avenida Central, el “Harlem” de L.A. en 1945.
¿Qué hace a un edificio o a un evento relevante históricamente? ¿Quién lo decide? ¿Cómo contamos las historias de las personas y sitios de los que no nos quedan ni las ruinas? Le exigimos demasiado a la historia trans. Pedimos que haya documentación, archivos y registros, pero durante mucho tiempo, no existía ni rastro sobre sus vidas en la historia, apenas y aparecían en los medios, y cuando lo hacían, sus vidas eran deshumanizadas y denigradas.
Para poder incluir a las mujeres trans como parte de nuestras sociedades requerimos más que un proceso de visibilización, requerimos el reconocimiento y la reivindicación de derechos humanos, además de una transformación de las normas sociales que permiten e incrementan la discriminación y la violencia. El punto de partida para escribir la historia LGBTTTIQ+ es uno donde todas las personas tengan las mismas oportunidades para participar en la construcción y distribución de conocimiento que pueda aportar a la dignificación de sus memorias y vidas.
El reto que debemos aceptar no es hacer que las mujeres trans o quien sea diferente encaje en nuestra sociedad, sino cómo transformamos nuestras sociedades para que podamos aceptar a todas las personas sin distinción, comenzando por la familia como primer espacio donde nos desarrollamos. ¿Por donde comenzamos en un país como México, donde 7 de cada 10 personas LGBTTTIQ+ se les niega injustificadamente un derecho?
La representación de las personas LGBTTTIQ+ en los medios de comunicación revela una realidad desgarradora, donde las mujeres trans están solamente representadas en contenidos sobre violencia que las estigmatizan. Las narrativas y contenidos que reflejan sus vidas, sueños y emociones -vidas cotidianas vivibles- son prácticamente inexistentes. A pesar de la violencia y tratos inhumanos hacia ellas, la sociedad tampoco ha sido conmovida lo suficiente para impulsar un cambio sustancial. Al contrario, esta vulnerabilidad de las mujeres trans ha sido manipulada para generar división y polarización social, en favor de intereses particulares. Han sido utilizadas como botín político, han sido objeto de burla, seguido han sido utilizadas para el lucro de una industria del entretenimiento y de muchos otros sectores solamente durante temporadas del año. Se han criminalizado su existencia y violado su derecho a la privacidad, identidad y dignidad.
En la búsqueda de aportar sentido a las barreras de nuestra sociedad que permiten la exclusión y la violencia contra las personas LGBTTTIQ+ me encuentro seguido con una realidad intolerable, pero hay que recordar que es una realidad sustentada en prejuicios heredados, provenientes de los segos con los que fuimos educados en nuestros hogares, que son replicados en nuestras comunidades y tolerados socialmente.
Puede ser que este panorama suene desalentador, pero aún así persisten muchos vestigios de la memoria trans que son imposibles de borrar y que están ligados a procesos de lucha que aún falta por identificar y reconocer.
La revolución comenzó casi una década antes de Stonewall, en el corazón de la ciudad capital mundial del entretenimiento (o incluso antes), y la historia LGBTTTIQ+ debe de honrar la memoria y dignidad de las personas trans y queer, quienes se atrevieron a arrojar la primera piedra (o dona) en defensa de la dignidad de todas las personas.
Una versión acortada de este artículo fue publicado en Los Angeles Blade en inglés y español.
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