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Ilustración Oscar Pinto Clark se detuvo frente a la puerta e inhaló. Ella seguía allí. La había visto de camino a casa desde el Daily; supo que era ella por su hueso pélvico, visiblemente más ancho que el de un hombre, incluso a través de treinta pisos de hormigón vertido y acero forjado. La primera mujer que la CIA había enviado

Diez largos años que pasé huyendo, las sombras mi único aliado y los callejones oscuros mi único hogar. Qué apropiado que termine así.

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