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La discusión excluyente sobre atletas trans se basa en estigma y no ciencia

Siempre qué hay discusiones sobre atletas trans quisiera que más personas escuchen lo que tiene que decir la antropología física sobre el cuerpo humano y su diversidad.

Muchas conclusiones se basan en suposiciones o generalizaciones que no necesariamente son lo que la antropología física observa. Primero se da por sentado que existe una diferencia tajante entre los dos sexos humanos: que se puede meter a todos los machos y y a todas las hembras en cajas delimitadas porque los cuerpos humanos tienen un alto dimorfismo sexual (dimorfismo determinado desde los cromosomas sexuales). Pero esto no es del todo cierto.

Si observamos las gráficas de campana de la distribución de algún rasgo asociado tradicionalmente con el dimorfismo sexual (p.e. los rasgos faciales, la altura, el ángulo de la mandíbula, etc.) notaríamos qué hay dos grupos que corresponden a los dos sexos pero al superponerlos en la misma gráfica estos dos grupos tienen un traslape: para casi todos los rasgos morfológicos con dimorfismo una parte de la población tiene características intermedias. En estudios de esqueletos de entierros prehispánicos o coloniales a menudo encontramos individuos donde cierta característica dimorfa posee un valor intermedio y la clasificación por sexo no puede realizarse con certeza.

 

Existen mujeres que tienen cierto rasgo dismórfico con valores más “masculinos” que la media de los hombres y viceversa. Es decir, hay mujeres más robustas que muchos hombres y hombres más gráciles que muchas mujeres en determinado rasgo físico. Esto vale para la altura, los huesos, el craneo, etc. En otras palabras: observamos dos grupos por sexo, pero estas clasificaciones no son discretas y existe traslape de buena parte de la población. Recordemos, además, que las gráficas muestran un rasgo estudiado, pero las personas pueden mostrar diferencias entre rasgos: en la medición de altura un individuo puede encontrarse en la parte media asociada al grupo de los hombres pero su ángulo mandibular puede estar traslapado en la porción asociada a las mujeres, por ejemplo.

Sin embargo, los cuerpos humanos también difieren de manera poblacional y aquí viene el segundo punto que plantea la antropología física: existen múltiples componentes que explican la diversidad de cuerpos y sus diferencias y muchos de ellos tienen más peso que el dimorfismo sexual; es el caso de las diferencias poblacionales. Los hombres indígenas de Centroamérica, por ejemplo, son en promedio más bajos y gráciles (la gracilidad y robustez se mide en diversos rasgos considerados dismórficos) que el promedio de las mujeres de Finlandia. Estas diferencias poblacionales son, de hecho, más drásticas que entre géneros y esto tiene que ver con que las poblaciones no solo tienen diferencias genéticas sino ambientales. El índice de masa corporal, por ejemplo, cambia a medida que crecemos y lo hace de manera diferencial entre las poblaciones. Y es que muchas de las características de relevancia para el deporte se ven más afectadas por el ambiente (alimento, actividad física, riqueza/pobreza) que por la genética.

Todas estas variantes nos dan por resultado una diversidad muy grande en las formas de los cuerpos que hace muy difícil encasillarlos en solo dos categorías (qué además se pretende que sean categorías discretas y bien delimitadas). En el caso de las y los atletas, suele decirse que no es justo que una mujer trans compita con mujeres cis, pero frecuentemente se argumenta pensando que toda mujer cis es más grácil que todo hombre cis y viceversa, lo cual es falso; además que presuponen que toda persona trans inicia procesos de reemplazo hormonal después de los efectos de la pubertad, cosa que también es falsa.

También se suele suponer que toda mujer cis de cualquier población está en las mismas condiciones biológicas y ambientales para competir justamente con otra mujer cis de otra población cuyas características morfológicas son muy diferentes.

Para concluir quisiera aclarar que la antropología física no puede decidir lo que es justo para un deporte, pero puede aportar información importante para enriquecer la discusión. No se trata de dar respuestas simples sino de presentar una realidad que es compleja. Pero en toda discusión se debe señalar los sesgos, prejuicios y fobias que acompañan al argumento: si alguien dijera que no deberían dejar competir a las mujeres finesas por altas o a las etíopes por delgadas y que eso no es justo para las demás mujeres (cosa que ya ha ocurrido en el pasado), se le tacharía de racista y antideportista; ¿por qué entonces la exclusión prejuiciosa de las personas trans en el deporte no debe llamarse transfobia?


Este texto fue publicado originalmente por @JuanBigotes en foma de hilo de Twitter. 

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