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El Barba Azul CDMX

La noche de los ficheros

 Por Guido Astolfi

 

Las llamas del infierno se encienden. Los devotos feligreses ya están formados con ansías de entrar y arder entre las paredes azules. El cadenero, a manera de cancerbero, limita la entrada a quienes han pagado el cover de $60 pesos y hayan permitido la rutinaria revisión de sus bolsos. El Cabaret Barba Azul ha abierto sus puertas.

 

Viaje en el tiempo. Años setenta del siglo pasado. Entre los mexicanos existe un nuevo género de moda: las ficheras. Mujeres que transcurren su vida entre las noches y los cabarets, entre sonoras y salsas, entre bailes prepagados y la opción del servicio sexual. Las ficheras, mujeres a quienes se les compraba económicas fichas las cuales eran canjeadas por una pieza de baile no comprometedora. Opciones como invitarles un trago o a pasar la noche no son requisitos esenciales, son añadidos que no siempre eran comunes. Las ficheras, símbolo del dominio machista.

 

Sin embargo esta noche es especial, por que quienes ficharán no serán mujeres, sino hombres. Sean bienvenidos a la noche de los ficheros número 16.

 

1

 Diez de la noche y el lugar está casi lleno, nos asigna una mesa junto a otra que ha sido adornada con una lámpara en forma de palmera multicolor. La orquesta afina sus instrumentos. Adriana, mi amiga, está muy arreglada y se ve mucho más guapa que de costumbre; yo sólo alcancé a ponerme una playera que me hace ver menos fachoso que cualquier otro día. La verdad es que no supe qué ponerme porque esta es mi primera vez. Adriana es experta; ha venido tantas veces que ya hasta es jurado para elegir noveles danzantes.

 

La noche de los ficheros 

 

La curiosidad me consume. Entre paredes adornadas con flamas gigantescas en las que arden mujeres desnudas, se enciende la pista de baile en tonos rojos. El infierno debe estar bien iluminado. Las lámparas-palmeras llaman mi atención. Adriana dice que son las señales de donde se sentaran los ficheros, quienes además tendrán algún distintivo de entre el público: una playera negra con la simulación de unos tirantes. Dos mujeres ya de cierta edad saludan a Adriana y me las presenta: son ficheras regulares en otras fechas, pero el día de hoy tienen la misión de ser proveedoras de las fichas. Ellas también traen algo que las distingue: usan una peluca rosa pálido y un sombrero plateado. Rosy, la fichera más cercana a mi amiga, me pide que sólo le compre a ella los boletitos de papel que tienen un costo de veinte módicos pesos. Así me comprometo.

 

Llegan entonces los hombres a las mesas de las lámparas. La variedad es extensa, desde los jóvenes hasta los ya entrados en años, desde los flaquísimos hasta los entrados en kilos. Todos se desean suerte entre sí y toman asiento. Nadie se les acerca. Diez y veinte en punto, el anfitrión de la noche llama a los chicos a la pista de baile y los presenta, al igual que a las proveedoras de fichas. Todas las miradas de las chicas se concentran en ellos, quienes son redirigidos a las mesas. Comienza la primer pieza de la noche y una chica joven, como de unos veinte años, se acerca a la mesa de ficheros a fisgonear un poco. Su cara se coloretea y le ofrece el boletito a un hombre maduro, quien gustoso lo toma y la lleva cuidadosamente a la pista de baile.

 

Comienza la segunda canción y una señora mayor, como de unos sesenta años, saca a bailar a otro joven fichero, como de unos treinta años. Rosy intenta animarme a comprarle fichas. Ándale manito, anímate con unas fichitas te va a gustar, verás.¿Y si me mandan a la chingada?,la intento evadir. “No, manito aquí no es así. Aquí hay reglas: los ficheros no pueden rechazar a nadie que les dé una ficha y ellos tienen que adaptarse a tu estilo de baile, no tú al de ellos, así que anímate.”La curiosidad felina me tienta, y compro cinco de un jalón. Ya había visto desde que llegaron a sentarse por primera vez en la mesa a un chico con un cabello lacio y azabache que llamó mi atención. Nadie lo ha sacado a bailar. 

 

2

Hay que tentar al diablo. En un acto de inusitada valentía me sale un vente amigo, vamos a bailar mientras le estiro la ficha. Me lleva de la mano a la pista de baile. Ambos estamos rojos y nerviosos, lo cual no es un buen elemento para quienes van a bailar una animada salsa. ¿Me llevas o te llevo? me dice Cabello-lacio. Llévame,le respondo. Mis piernas están más lerdas que de costumbre, señal de que no las he ejercitado en un buen rato. A cada vuelta que me intenta dar, me atoro. Tranquilo, está bien. Estás nervioso, ¿verdad? No te preocupes, yo también estoy un poco nervioso me consuela. No quieras ir muy rápido, ésta canción es más lenta. Escucha y siente el ritmo. Mira, si quieres, te lo marco: pa- pa- pa- papapa, ta-ta-tata-tataratata. Ya viste, esa vuelta ya salió. Estás nervioso. ¿Es la primera vez que vienes? Asiento nervioso. Mudo. Se acaba la música. Me regresa de la mano a mi mesa.

 

¿Qué tal?pregunta Adriana. Una diabólica reflexión ha iluminado mi mente. Bien,le alcanzo a medio decir cuando ya estoy sacando de nuevo a bailar a Cabello Lacio. Ahora soy yo quien lo jala a la pista. Me sale lo satanicamente sincero:

¿Sabes qué?, es que es muy raro sacar a alguien a bailar y que encima de eso, sea quien te lleve. Es como un choque muy fuerte. Juraba encontrarme, como persona pansexual dentro del amplio espectro de la diversidad sexual LGBTTTIQAP, totalmente deconstruido pero he notado que el heteropatriarcado ha hecho de mì lo que ha querido y esto es una muestra de ello.”

 

Nunca terminas de deconstruir y tirar mitos. Yo decía que estaba listo para cualquier cosa cuando me anoté para participar aquí por primera vez y la verdad es que no. Esta es mi segunda noche de ficheros, se organiza una cada dos meses. La noche pasada vino una persona transgénero y estaba sentada en la misma mesa que estàn ustedes. Vino y me sacó a bailar, me dijo que ella me llevaba. Fue fuerte por que te enfrentas a tu propio machismo de ser quien imponga el ritmo, yo esperaba llevarla porque era mujer pero no. Me costó un poquito de trabajo, pero sí pudimos, bailamos como unas tres canciones y se fue con otro chavo a seguir bailando. La cosa es como todo en la vida: probar, probar y seguir probando hasta que sientas que te acomodas o sientas que te gusta cómo bailan, me dice Cabello Lacio.

 

David Cabello-lacio es químico farmacobiólogo y por el día trabaja en un hospital pùblico. Y por las noches soy ficherome acompleta. Su cuerpo tiene unos casi imperceptibles kilos de más, y su cara es redondamente armoniosa con los cuadrados lentes de pasta negros, mi tipo de geek. Los ojos café oscuro le brillan tanto como su sonrisa. Acaba la pieza y regreso solo a mi mesa.

 

 

3

Perdona ya te pisé, lo siento,le digo al jovencísimo y atractivo Armando, el Delgado. Es la segunda canción juntos y siento que ya sabemos nuestro ritmo. Es tan cuidadoso en la forma de moverse que extrañamente me siento cuidado. Protegido. Es tal la suavidad de su baile, que parecemos estar valseando. Así como cuando bailan con sus padres en las fiestas familiares o como cuando tu hermano el ecléctico intenta tener ritmo. Nunca me ha pasado, pero supongo que así debe sentirse.

 

Mientras, la pista se ha llena, poco a poco comienzo a notar cómo hay más mujeres de distintas edades, deshinibidas en las artes dancísticas con los ficheros. La discordia es maligna. Ya hay peleas entre las chicas por los bailarines, quienes apartan a los hombres desde tiempo antes, incluso hay cola por otros más. La envidia y la codicia son pecados capitales. Soy el único hombre bailando con ellos. Tampoco hay una sola persona trasvesti ni trángenero en el sitio.

 

¿Soy el primer hombre con el que bailas?, curioseo a Armando. No, pero sí el primero con el que he bailado fichando. Aquí como que los hombres son más penosos, normal, supongo que por el lugar y las mujeres en estas noches como que se sueltan. ¿Y eso te inhibe? – Pues mira, por eso es que tenemos un proceso de selección previo. Antes de empezar a fichar tenemos una selección de baile, para saber, primero, si bailamos bien y si sabemos adaptarnos al modo de bailar de las personas, por que eso si queda claro desde el principio, nosotros tenemos que bailar al ritmo que las personas nos marquen, no tratar de jalarlas a nuestro ritmo. Después tenemos un taller previo para trabajar nuestras masculinidades y que nos quede claro que están pagando una ficha, por lo que cualquier persona que nos saque, tenemos que bailar y tratarla con respeto. Bueno, aunque todas las personas nos merecen un respeto siempre. Y ya posteriormente a esta noche, volvemos a vernos para hacer un balance de lo que hicimos, lo que podemos mejorar y seguir trabajando en nuestras masculinidades y mejorar para noches posteriores…vuelvo a pisarlo.

 

No, no bajes la cabeza,me regaña. Levántala y llévala por todo lo alto, que vean lo alto que eres y lo bien que bailas, aunque te equivoques o me pises, no importa. Ese es consejo de vida y no solo de baile, siempre con la cabeza en lo alto sin que afecte lo que digan. Además así se ve mejor para dar las vueltas.”Hasta en el averno hay reglas. Armando, el Delgado, me lleva a mi mesa.

 

 

 

4

Siniestramente, Rosy vuelve al ataque. “¿Ya te cansaste? ¿O ya se te acabaron las fichas? Cómprame más, mira, hay muchos con quien gastarlas. No te las acabes en uno solo de los chavos, busca más y saca a todos hasta que te guste como te menean,me ofrece Rosy. Pero, es que no sé como a quien sacar,le respondo. Pues vente, no te quedes solo con los de esa mesa. Acá hay más,y me jala a la mesa del otro extremo del lugar. Acaba de terminar una canción y hay varios hombres esperando. Rosy me señala a uno y me diceese es el bueno. Inicia una nueva pieza musical y corro para que nadie me lo gane.

 

El nuevo bailarín da una vuelta tan complicada que no sé como uno de mis brazos no se rompió. Fue tan compleja pero tan buena, que sólo sonrió y continuó. Las piernas y el cuerpo están respondiendo tan bien a ese ritmo que no importa lo intrincado de los giros, continúo con aplomo. Mijo, usté no es de aquí, ¿verdad?,me pregunta con una perversa sonrisa en el rostro. Soy más chilango que la torta de tamal. Pero puedo apostar a que tú no eres de aquí. ¿Venezolano?”le respondo. Peruano, afirma mientras genera otro giro tan complicado que sorprende a las parejas a un lado de nosotros. Este fichero es un endemoniado danzante. Por alguna razón extraña pude realizar bien ese giro.

 

A mi madre le gusta ser quien lleva el control y quien siempre me da los giros, de modo que el giro que el Peruano me dió lo puedo realizar. Se lo cuento mientras me lleva a mi asiento. El Peruano se ríe tanto que me veo obligado a darle otra ficha para seguir bailando de la forma en que mi madre me lleva.

 

5

Una nueva ronda de fichas me dura apenas un suspiro en las manos. Ya puedo ubicar distintos estilos de baile: Diego el Barbón no sabe muchas vueltas, Miguel el Gordito da tantos giros que me marea, Armando el Delgado es de los más solicitados de la noche, Benjamín el de los Zapatos de charol es medio lento para tomar el ritmo, entre otros grandes etcéteras.

 

Adriana, quien es mejor que un trompo chillador para la danza, me pregunta la hora. Es que a las dos de la mañana se acaba el fichaje y entonces es baile libre, ellos te pueden sacar a bailar o tú puedes sacar a quien gustes, pero ahora sí puede negarse.

 

Catorce fichas de baile se me han ido de las manos. Resta una que es para iniciar con quien empecé. David Cabello-lacio después de los primeros dos bailes ha sido de los más asediados. Sin embargo, bailamos la última pieza juntos, ya casi en sincronía. La compenetración dancística ya es tan buena que solo nos contamos chiste y nos reímos mientras bailamos. Me agradece la noche. Por fin toco tierra en la mesa asignada. El calor me hace sudar como cerdo.

 

Ha sido una noche de contrastes, entre el análisis de mi deconstrucción ante la heteronorma, la reconstrucción de lo que sucede detrás de los bailarines y los recuerdos familiares, mi cabeza está tan caliente como la coca cola que me sirven. Adriana se prepara para retirarse a su casa y mientras hago lo mismo, alguien con la playera de fichero toca mi hombro. Tal vez, como dice Donna Summer, el último baile es una última oportunidad. El infierno aún no cierra.

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