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Derecho a la ciudad Coyoacán CDMX

Labios de azúcar

Texto por J.M. Rodríguez, fotografía por Eve Orea.

CDMX

Todo indicaba que sería como cualquier otro domingo para Lucía. Se había despertado puntualmente a las siete, a pesar de haberse dejado atrapar por su cama para intentar dormir más. Luego de correr en el parque cercano a su departamento, desayunó como si hubiera participado en un maratón. Se arregló de la forma más casual y tomó el camión que la llevaría al centro de Coyoacán. Por más que intentara ceñirse a su rutina, el propio cuerpo de Lucía sabía que este domingo sería diferente. Su mente terminó de confirmarlo cuando compró churros y pidió que fueran cubiertos con más azúcar de lo normal. Era antes del mediodía, así que faltaba tiempo para que las familias abarrotaran el lugar. Los organilleros retomaron sus melodías cuando vieron que la gente había empezado a salir de las puertas de la iglesia.

Sentada en una banca por el kiosco, Carmen se sorprendió cuando vio a Lucía acercarse a ella. Nunca habría pensado verla comprando churros, porque su acompañante no era el tipo de mujer que le gustara lo dulce. Sin embargo, tampoco hubiera esperado que ella la contactara de nuevo. Años atrás habían caminado por este lugar. La tomaba de las manos sin problema, porque sabía que no la incomodaría. Le susurraba al oído que las personas no las verían mal, que pensarían que eran amigas, como las muchas que iban a pasearse después de la preparatoria. Mientras más le sujetaba la mano en ese entonces, más se le escapaba Lucía de entre sus dedos.

El último encuentro entre ellas tuvo como testigo a la fuente de los coyotes. Todos se están dando cuenta, hasta mis padres sospechan. Las palabras de Lucía eran definitivas. No había vuelta atrás. Su despedida fue un beso en el cachete. Los labios de Carmen deseaban tocar los de Lucía, pero sabía que no era posible. Habían suficientes ojos a su alrededor.

Cuando se sentó a su lado con la bolsa de churros, Carmen tomó uno y lo llevó a sus labios. Sabían mejor de lo que recordaba. Tienes un poco de azúcar en tus comisuras, déjame quitártelos. Sin poder responder, los labios de Lucía estaban probando las comisuras de la boca de Carmen. Seguía siendo la chica de la que se había enamorada años atrás, y al mismo tiempo no lo era, como todo en ese lugar. Las dos continuaron besándose en esa banca. La gente pasó a su lado sin prestarles atención. Los coyotes, desde su fuente, seguían con sus rostros fijos hacia algún punto que los chorros del agua no les permitían ver. Al mediodía siguieron en su cita. Más gente había llegado. Su romance seguía, como debió haber sido años atrás.

 


Este cuento forma parte de la selección de textos de la convocatoria Microcuentos Orgullo Lector de México Lector y The New Gay Times durante el Mes del Orgullo 2020 sobre las distintas realidades de las personas LGBTQI+, partiendo desde cómo los lugares nos han dado forma e identidad, qué tanto han cambiado las ciudades y cómo son aquellos espacios que llamamos hogar.

Las historias le dan sentido a nuestras vidas, nos dicen de dónde venimos y hacia dónde vamos, nos conectan para reconocernos y ser reconocidos. Como escritores y lectores, tenemos que empezar a trabajar para mostrar esta diversidad de historias y realidades de personas, solo así dejaremos de alimentar estereotipos generalmente limitantes, inexactos y discriminatorios que refuerzan las desigualdades.

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