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Microcuento Cineteca nacional CDMX

Él solo quería hablar de cine

Texto por Alberto Molina, fotografía por Viclita Selider.

CDMX.

 

A.J. solía tener estos sueños idiotas cada que veía una nueva película: revivir los escenarios sin formar parte de la acción. Nunca había sido un joven que quisiera formar parte de la acción, pero lo que sabía es que siempre había querido vivir una aventura de película.

Y ahí estaba, parado en medio de su lugar favorito, la remodelada Cineteca con sus amplios jardines y tiendas especializadas; el lugar donde vio nacer su amor de preparatoria por el cine. Pero, ¿qué sabía A.J. del amor?   

No sabía nada. Sí, ese mamador del cine que creía que lo sabía todo sobre el séptimo arte, no sabía nada sobre amar a otra persona pero de lo que estaba seguro es que ese día cambiaría no solo su forma de ver el amor, sino la vida, y que él estaba dispuesto a pagar ese boleto para vivir una nueva aventura, esta vez, fuera de la pantalla grande. Su propia historia de película.

Ya llegué – se leía el mensaje de texto que acababa de recibir – Estoy en el estacionamiento. Sube, acá te veo.

Su corazón retumbaba como aquella pisada del T. Rex en Jurassic Park. Aún recordaba aquella vez que lo había contactado por una red social para cinéfilos y que escaló hasta una charla privada por WhatsApp.

No podía creer que él, un ñoño del cine de casi dos metros de altura, de movimientos torpes, pelo desgarbado, lentes simplones, ojos de color dudoso, barba prominente, un nariz ancha que siempre lo había acomplejado y su complexión robusta, hubiera sido lo suficientemente atractivo para otra persona.

Pero eso no era lo único que lo tenía tan nervioso, sabía la verdadera razón; ese nerviosismo similar al que seguramente experimentó Peter Parker cuando peleó en aquella arena de lucha libre después de obtener sus poderes arácnidos.

Apretó su puño por un momento y relajó su mano segundos después, respiró profundamente y se dijo a sí mismo luces, cámara… no la vayas a cagar, no vayas a huir. Y es que siempre había tenido una poderosa razón para huir del amor, pero no esta vez. Ahora estaba decidido a sus 20 años recién cumplidos que debía tomar las riendas de sí mismo y “tener huevos” como solía repetirse.

Caminó al estacionamiento, la ansiedad lo invadía, su respiración agitada mientras presionaba los dedos contra su muslo. Presionó el botón del elevador, y al abrirse las puertas, analizó el reducido espacio de la caja transportadora, aquella que lo llevaría a esa nueva aventura.

Presión. Asfixia. Ansiedad. Fueron los segundos más exasperantes para A.J., pero sabía que no quería volver a sentirse así nunca más: atrapado y encerrado dentro sus propias inseguridades. Ting! El elevador había llegado a su destino, un estacionamiento vacío donde se vislumbraba un auto negro compacto y una silueta a lo lejos parada viendo hacia el horizonte, el espacio abierto se iluminaba gracias a un cielo despejado.

Se acercó despacio y tocó con su dedo índice la espalda de aquella persona.

No era muy alto, tampoco bajo. Era justo como lo imaginó. Era perfecto.

Hola –le dijo aquel joven al voltear y verlo de frente –por un momento creí que no vendrías.

A.J. se quedó inmóvil mientras sentía la mano de él entrelazarse con la suya. Él esperaba ser besado pero en vez de ello recibió un primer abrazo, uno que hizo desaparecer todas sus dudas y le dio lo que más anhelaba: libertad.

 


Este cuento forma parte de la selección de textos de la convocatoria Microcuentos Orgullo Lector de México Lector y The New Gay Times durante el Mes del Orgullo 2020 sobre las distintas realidades de las personas LGBTQI+, partiendo desde cómo los lugares nos han dado forma e identidad, qué tanto han cambiado las ciudades y cómo son aquellos espacios que llamamos hogar.

Las historias le dan sentido a nuestras vidas, nos dicen de dónde venimos y hacia dónde vamos, nos conectan para reconocernos y ser reconocidos. Como escritores y lectores, tenemos que empezar a trabajar para mostrar esta diversidad de historias y realidades de personas, solo así dejaremos de alimentar estereotipos generalmente limitantes, inexactos y discriminatorios que refuerzan las desigualdades.

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