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En el mercado

Texto por Gabriela Ladrón de Guevara de León, fotografía de Paulina Sánchez Navarro.

CDMX

De compras 

Me levanté muy contenta. Era el día de ir de compras. Puede parecer raro, pero me encanta ir al mercado a comprar la despensa de la semana. Me gusta caminar en los pasillos y ver las frutas y verduras brillantes y olorosas. Al pasar junto a las hierbas una señora me llamó y me ofreció su mercancía. Me mostró una veladora y me platicó las maravillas de hacerme una limpia. Me dijo que mi aura necesitaba limpieza. La miré sorprendida. Me dijo que esa limpieza me ayudaría a elegir entre los dos hombres que me amaban, el rubio y el moreno.  Fue entonces que lancé una carcajada. 

La señora me vio de nuevo y me dijo, alzando una ceja: “Cierto, ellos no te importan, la que te importa es la chica castaña. Pelo corto, ojos grandes, pestañas rizadas.” Respingué. De pronto el mercado pareció gris y frío. Sí, ella había acertado. Había alguien. La conocí en la escuela. Tomábamos clases juntas. Recordé cuándo la vi por primera vez: entró al salón y se sentó como si nada junto a mí. Sacó su termo de café y me sonrió. No pude evitar ver sus botas: negras con vivos rosas y casquillo de metal. En los días siguientes, me llamó mucho la atención que estaba llena de aparentes contradicciones: cuaderno de Hello Kitty, mochila negra militar, plumas kawaii, maquillaje impecable, uñas cortas y cuidadas. 

La señora me miró. Su sonrisa amable me sacó de mis pensamientos. Me ofreció un jabón para quitarme la pena del desamor: “Tiene novio, ¿verdad?”. Muda de sorpresa, asentí. Era cierto. Tenía novio, él no era feo, pero eso la colocaba fuera de mi alcance. Pero eso no evitaba que me pusiera nerviosa y deseara estar con ella. La yerbera, confiada me dijo: “Mi niña, ella es tu amiga y confía en ti. Y tú la amas” No me lo había confesado ni a mí misma y al oírlo de otra persona, me llegó al alma. El mercado estaba silencioso y negro. Sentí que se me llenaban los ojos de lágrimas. 

La señora solamente tomó un ramo de hierbas, me miró, prendió una veladora y me dijo: “Mi niña, te mereces ser feliz, te regalo la limpia.” Sonreí. 

El mercado de nuevo era multicolor, las verduras brillaban y las flores perfumaban todo. Sentí un lindo calor en el pecho y sin dudarlo, la abracé. A veces no es necesaria una limpia. A veces solo necesitamos un abrazo para volver a ver los colores del mercado.

 


Este cuento forma parte de la selección de textos de la convocatoria Microcuentos Orgullo Lector de México Lector y The New Gay Times durante el Mes del Orgullo 2020 sobre las distintas realidades de las personas LGBTQI+, partiendo desde cómo los lugares nos han dado forma e identidad, qué tanto han cambiado las ciudades y como son aquellos espacios que llamamos hogar.

Las historias le dan sentido a nuestras vidas, nos dicen de dónde venimos y hacia dónde vamos, nos conectan para reconocernos y ser reconocidos. Como escritores y lectores, tenemos que empezar a trabajar para mostrar esta diversidad de historias y realidades de personas, solo así dejaremos de alimentar estereotipos generalmente limitantes, inexactos y discriminatorios que refuerzan las desigualdades.

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