El orgullo se celebra, se conmemora y se reivindica en la protesta.
Texto por Yahir Zavaleta, coordinador para las Américas del programa de derechos LGBTI de Amnistía Internacional
Reseña
Desde la ciudad andina de Cusco en Perú, hasta el malecón de Santo Domingo en República Dominicana, y transitando por la bahía paraguaya, y el valle de Caracas en Venezuela, las historias de cuatro activistas LGBTI nos dan cuenta de la importancia de salir a marchar en el mes del orgullo LGBTI para exigir los derechos que aún no se han garantizado, para conmemorar las luchas históricas de las disidencias sexuales, y para celebrar la vida y la posibilidad de amar en libertad.
Nos sobran razones para marchar
En una región donde el principal reto que enfrentan las personas LGBTI es la violencia y la discriminación, la marcha del orgullo es un espacio que cobra muchos significados para quienes participan de ellas: desde la posibilidad de visibilizar las realidades que viven, de salir a exigir por los derechos que no se garantizan, o como un momento de celebración de la vida misma.
Para Lenin, un joven gay de Caracas, la marcha del orgullo es un espacio de protesta al igual que de celebración. “Nuestras vidas tenemos que festejarlas. Llegar a una cierta edad o cumplir un año más de vida siendo LGBTI se celebra, porque no sabemos cuándo va a ser la última viviendo ante este contexto de odio y discriminación”. Lenin recuerda su primera marcha del orgullo como un momento mágico: “Justo este año yo había salido del clóset con mi mamá y no tenía comunicación muy abierta con ella. Pero fue una marcha que me hizo sentir seguro, me hizo sentir que había mucha gente como yo, me hizo sentir acobijado por toda esa gente LGBTI que estaba en la calle, siendo libre, siendo feliz. Y siento que ese espacio fue de salvación, porque al vivir tanto odio, discriminación, bullying; esa marcha me permitió encontrarme con mucha gente valiosa y siento que fue una experiencia gratificante, una experiencia que me invitó a que después me convirtiera en activista LGBTI”.
Fue una marcha que me hizo sentir seguro, me hizo sentir que había mucha gente como yo, me hizo sentir acobijado por toda esa gente LGBTI que estaba en la calle, siendo libre, siendo feliz.
En otro paralelo, la visibilidad es una de las razones por la cual es importante para Mathías salir a marchar junto con sus compañeres de Fraternidad Trans Divergente en Cusco, Perú, organización a la que pertenece desde 2022. “La marcha nos sirve a nosotros como comunidad para poder concientizar, mostrarnos a la sociedad. Que sepan que no estamos solos, no somos minoría, como nos suelen decir”. Las personas trans en Perú no cuentan con una ley integral que permita el cambio de sus documentos para reflejar su identidad de género, entre otras cosas, la falta de reconocimiento de su identidad les niega posibilidades de trabajo: el 64% de la población trans en el Perú se dedica al trabajo sexual. En este contexto, el trabajo que realizan colectivas como Fraternidad Trans Divergente, es clave para continuar visibilizando las realidades de las personas trans en Perú, y permite a otros activistas y colectivas LGBTI del país, sumarse a los esfuerzos de exigencia de los derechos de las personas. “Yo observo que la marcha crece en cantidad y que son personas jóvenes. Entonces para mí es muy bonito ver que ellos ellas, elles son libres o intentan serlo y están perdiendo ese miedo de ser juzgados. Y salen a la calle y gritan, gritan por ellos por sus derechos”.
La marcha nos sirve a nosotros como comunidad para poder concientizar, mostrarnos a la sociedad. Que sepan que no estamos solos.
Un orgullo interseccional
Las barreras estructurales como la violencia, el racismo o la pobreza, afectan desproporcionadamente a las personas LGBTI en nuestra región, pero incluso las mismas desigualdades atraviesan de manera muy distinta a las disidencias sexuales, de modo que es el acceso a derechos fundamentales se vive distinto si eres un hombre gay citadino, o si te identificas como una mujer lesbiana racializada en el caribe, o si eres una mujer trans que vive en el interior del país. La interseccionalidad es una lucha constante en el movimiento actual por los derechos LGBTI, pero el proceso para visibilizar estos retos y abrirse paso en un contexto permeado por una cultura cisheteronormada, patriarcal y machista, no ha sido una tarea sencilla.
En el caso de Mathías, este será el tercer año que participa en una marcha del orgullo, pero como él lo comenta “Antes no me atrevía a ir a la marcha porque tenía miedo de que me vieran. La marcha en Cusco, ese día, está llena de periodistas, entonces es un poco peligroso al momento de exponerse mucho. Más si eres un hombre trans y no has salido del clóset.” Y es que a pesar de que la marcha del orgullo se percibe como un espacio seguro, al margen de estos espacios las personas trans continúan enfrentando violencia con mayor frecuencia y saña que el resto de las personas de la comunidad sexo diversa.
La marcha en Cusco, ese día, está llena de periodistas, entonces es un poco peligroso al momento de exponerse mucho. Más si eres un hombre trans y no has salido del clóset.
Por otra parte, las mujeres cisgénero lesbianas y bisexuales, así como las mujeres trans, también se han abierto camino y ganado visibilidad en los espacios de protesta por los derechos LGBTI, donde una de las principales consignas continúa siendo la erradicación de la violencia basada en género que enfrentan día con día. Para Rosanna, vivir como una mujer cisgénero, lesbiana y racializada en República Dominicana, es muy duro: “Yo me considero una mujer afrodescendiente, y en mi día a día estoy expuesta a mucha violencia y a amenazas. He tenido que aprender a ser muy dura, a ser muy fuerte, más que un hombre”. Su experiencia da cuenta del racismo estructural que enfrenta el país caribeño, el cual se agudiza cuando se cruza con la violencia de género y su impacto es desproporcionado en mujeres lesbianas y mujeres trans.
Yo me considero una mujer afrodescendiente, y en mi día a día estoy expuesta a mucha violencia y a amenazas.
Alejandra, por su parte, también ha enfrentado la violencia a lo largo de su vida como una mujer trans en Paraguay, y ganar un espacio de visibilidad en las marchas en las que ha participado junto con sus compañeras, ha sido un proceso que ha requerido mucho coraje y valentía para hacer frente a la ola de ataques que enfrentan constantemente en el país, pues tan sólo entre 2016 y 2020 se registraron al menos 61 asesinatos de personas trans. Alejandra recuerda que la primera vez que participó en una marcha fue a sus quince años: “Mi sueño era marchar por los derechos, porque yo siempre dije en Paraguay no existe ninguna ley para la comunidad LGBTI. Yo quería salir en la marcha, pero tenía miedo de que me hicieran algo. Hasta que me llevaron y te juro fui la persona más feliz de mi vida, conocí millones de personas, y en un momento lloré ahí, lloré por la emoción que tuve. Pensé estas personas son mi familia”. Ahora, a sus 19 años y después de haber encontrado una familia con sus compañeras de Casa Diversa, organización paraguaya fundada y liderada por activistas trans y que brinda apoyo a sus pares víctimas de violencia y/o en situación de calle, Alejandra marcha por todas las personas trans asesinadas, y para que algún día en Paraguay se reconozca a las personas trans su derecho a cambiar su nombre legal de acuerdo a sus identidades auto percibidas.
Yo siempre dije en Paraguay no existe ninguna ley para la comunidad LGBTI. Yo quería salir en la marcha, pero tenía miedo de que me hicieran algo.
La reivindicación de la protesta
Este año sigue vigente la importancia de reivindicar la marcha del orgullo como un espacio de protesta, que además de servir como un mecanismo para exigir a los gobiernos y autoridades el avance y la protección de los derechos LGBTI, brinde también un espacio de visibilidad a las diferentes agendas de las disidencias sexuales y al mismo tiempo devenga en un espacio seguro para celebrar la vida. Desde la visión de los activistas, el llamado es claro y contundente. Para Lenin, el reconocimiento del Estado hacia el movimiento LGBTI es crucial: “Yo veo importante marchar y luchar por el reconocimiento del Estado hacia la población LGBTI, porque hoy no existimos en ninguna estadística ni datos en Venezuela. Entonces, si no aparecemos en las estadísticas nacionales del país pues no existimos. Y, en segundo lugar, marchamos por toda la exigibilidad de derechos: identidad de género, matrimonio igualitario y contra la violencia que enfrentamos las personas LGBTI en el país”.
Yo veo importante marchar y luchar por el reconocimiento del Estado hacia la población LGBTI, porque hoy no existimos en ninguna estadística ni datos en Venezuela.
Rosanna, por su parte, reconoce que ante la amenaza que suponen los grupos antiderechos y sus discursos discriminatorios hacia las personas LGBTI en República Dominicana, la marcha del orgullo debe ser un espacio de encuentro entre organizaciones, activistas e instituciones, donde la visibilidad y el posicionamiento político son las prioridades: “La caravana del orgullo es una de las actividades multitudinarias más grandes que se hacen en Santo Domingo, entonces eso manda un mensaje muy claro de protesta y visibilidad. Hay que ver el miedo que causamos a los antiderechos cuando nos ven organizados, y nosotros no les tenemos miedo. No importa cuánto se organicen los grupos antiderechos para estar en los espacios de derechos humanos, para deslegitimar nuestras exigencias a los gobiernos. ¡No importa! No les tenemos miedo porque también somos ciudadanos y somos entes de derecho”.
La caravana del orgullo es una de las actividades multitudinarias más grandes que se hacen en Santo Domingo, entonces eso manda un mensaje muy claro de protesta y visibilidad.
Finalmente, el acompañamiento de personas aliadas y el acuerpamiento de las organizaciones LGBTI, son elementos importantes para Alejandra en el ejercicio de su derecho a la protesta, donde la dignificación de las vidas de las personas trans es la prioridad en esta marcha: “Para mí la marcha LGBTI es para exigir los derechos que nos han negado. El día de la marcha yo le llamo a mis amigas para preguntarles vos que ropa te llevás, de qué vamos a hacer el cartel. Y cada año siempre pedimos nuestro derecho a la educación, derecho a un trabajo digno, a una vivienda. Pero en este momento la prioridad para mí es el cambio de nombre y la educación, pues yo no sé leer tanto y no sé escribir. Y si no tenés educación, no tenés trabajo, no tenés nada. Y siendo una persona trans peor todavía”.
Para mí la marcha LGBTI es para exigir los derechos que nos han negado.
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