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Piratas en el boulevard

Por Javier Sánchez.

En Decálogo para combatir la “artistitis” en el medio, escrito y publicado por Agustín Martínez Castro en la revista Artes de México en 1980, se encuentra una máxima que es también una advertencia: convierta su cámara en cómplice. Qué cosa tan trillada, pero es trillada por cierta. El militante del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR) Agustín Martínez Castro (1950-1992), mexicano a quien se dedica esta exposición, siguió su propio consejo.

Desfile de triunfadoras de la serie Noche de reinas en el Spartacus (1988) Foto: Centro de la Imagen.

La muestra fotográfica sirve como una doble salida del clóset: por un lado ilustra los momentos cruciales en los que la comunidad LGBTTTI se autoafirmó en el mainstream mexicano y por otro nos muestra cómo reaccionó el país ante esta revelación. “El trabajo del artista es una celebración a las identidades militantes, al goce nocturno, y a la diferencia”, comenta César González Aguirre, curador de la muestra. La afirmación indudablemente se respalda con las 228 obras que la componen. Entre fotografías, pinturas, revistas, archivos de video y serigrafías que dan vida a los cuatro núcleos temáticos.

Fe, Esperanza y Claridad (1988) Foto: Centro de la Imagen.

Además de activista, Martínez Castro fue escritor. Esta agilidad social lo llevó a registrar los momentos más importantes del llamado “movimiento pro gay” y los proyectos que después serían dignos de leyenda: el bar El Nueve, el Club Spartacus, funciones de teatro homosexual y cabaret gay militante, los cuales desafortunadamente fueron explotados por la prensa amarillista, pero que desde la mirada de Castro se reivindican como actos de resistencia.

El título Piratas en el boulevard es una alusión a los métodos empleados por el movimiento de liberación de los ochenta para distribuir su propaganda, o mejor dicho, para combatir la propaganda que satanizaba su mera existencia. Vemos en la exhibición cómo emplearon la fotocopia y serigrafía para circular sus manifiestos y, en última instancia, parodiar las ridículas noticias sensacionalistas en las que se les tildaba de “mujercitos”, “machorras”, “vestidas” o “jotitos”.

El cierre de la muestra está conformado por dos ejes que muestran la curiosidad de Castro por los medios de comunicación de masas y la disidencia. Los collages creados para la serie Se me mojó mi Playgirl exploran el deseo como objeto de consumo. Por otro lado, en el apartado De azul a púrpura encendido, se propone un atisbo a la autobiografía y el afecto por el repertorio de lo kitsch que nos deja una imagen clara de la esencia del fotógrafo.

Revisa todas las recomendaciones de Time Out México sobre exposiciones de arte queer en la CDMX.

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