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Todos los colores del arcoiris

En un tuit que llegó a miles de personas, la autora afroamericana Tananarive Due dijo: “La ‘diversidad’ se debería solamente llamar ‘realidad’. Tus libros, tus películas, tus artículos, tu plan de estudios, necesitan reflejar la realidad.” Al crecer reconociéndome como parte de la comunidad LGBTIQ, rara vez encontré algún personaje que fuera como yo. Las historias que tanto me encantaban casi nunca me presentaron como protagonistas a personas cuyos sentimientos, pasiones, miedos y situaciones resonaran con lo que yo vivía en aquel momento.

Y esa sensación la comparto con miles de personas dentro de la comunidad que crecimos sin ser representados en la cultura popular. El panorama ha ido cambiando, el GLAAD Media Institute publica en su informeWhere we are on TV que actualmente el 6.4% de los personajes en las series estadounidenses son personas gay, lesbianas, bisexuales, trans y/o queer, el porcentaje más alto desde que se hace este estudio.

 

¿Vivimos el mejor momento de la historia en cuanto a representación LGBTQI?

Probablemente sí. ¿Es suficiente? Definitivamente no. Disfruté como loco ver Love, Simon en el cine en una sala llena, sin embargo, es momento de explorar narrativas que se salgan de la convención del hombre gay blanco y cisgénero. Buscar representación no solamente es pedir que se hable de la diversidad sexual y de género como un grupo monolítico, sino como una comunidad heterogénea en la que con libertad, somos distintos.

Y hay esfuerzos súmamente importantes surgiendo por todos lados. Llaman la atención productos como la serie Pose de Ryan Murphy, con el elenco con más personas transgénero en la historia; reality showscomo Queer Eye yRuPaul’s Drag Race que, entre espectáculo y humor, deconstruyen las masculinidades; o películas como Moonlight, Tangerine,120 latidos por minuto yUna mujer fantástica que narran distintas visiones de la experiencia LGBTIQ que distan de la tradicional. En México propuestas como las webseries Con Lugar y La más draga o videobloggers como Pepe y Teo, Victoria Volkova ylos Jonas Vloggers están abriendo la puerta a contar historias distintas que reflejan que en este país hay de todo y para todos.

Hoy, con muy poco esfuerzo, un adolescente gay puede encontrar en YouTube cientos de vídeos de otros como él compartiendo su experiencia de salir del clóset e incluso haciéndolo frente a la cámara. Una niña transgénero puede saberse acompañada porque Jazz Jennings ha documentado desde muy pequeña su transición. Una mujer lesbiana puede sentirse entendida por la música de Hayley Kiyoko con tan solo entrar a Spotify. La revolución, en este caso, sí está siendo televisada y transmitida por muchos otros medios, el factor común es que detrás de todo esto no están los mismos creadores de siempre, sino personas de la comunidad deseosas de contar sus historias.

La trillada frase de Einstein sobre hacer las cosas diferentes para tener resultados diferentes es cierta: a medida que se diversifiquen los creadores se irán diversificando los contenidos. En 1997 cuando Ellen DeGeneres decidió pronunciar frente a una cámara las palabras “I’m gay” tenía todo que perder, y por mucho tiempo pareció que efectivamente lo había perdido; sin embargo, más de veinte años después, tiene uno de los programas más importantes y comparte con orgullo su experiencia como  mujer lesbiana. Compartirte con los demás puede parecer insignificante pero puede hacer historia.

Para una persona LGBTIQ en construcción de su identidad, como lo fui yo –y como lo son miles–, el mundo puede ser un lugar solitario y el refugio perfecto son las historias que habitan los medios y las artes. Identificarte con lo que ves, lees o escuchas te puede cambiar y hasta salvar la vida, porque te sientes acompañado, entendido, acogido.

El profesor y escritor Robert McKee dijo que “contar historias es hoy en día la herramienta más poderosa para poner ideas en el mundo” y la poeta Maya Angelou decía que “no hay agonía mayor que portar una historia no contada dentro de ti”. Gracias al avance tecnológico y la democratización mediática ya no dependemos de las grandes empresas o de presupuestos monumentales para llegar a las personas, lo que necesitamos son corazones palpitantes que se compartan con quienes quieren escucharles. Y si lo tuyo es consumir contenidos, apoya a quienes con poco o mucho quieren decirte algo en cualquier medio o plataforma.

Sí, la revolución está pasando frente a nuestros ojos, está en todos lados y podemos unirnos con un simple clic: consumiendo, participando, creando. Exijamos ser visibles y que nuestras voces se escuchen, para juntos compartirle al mundo todos los colores de este arcoiris que por mucho tiempo ha estado escondido detrás de la niebla del prejuicio y la ignorancia.

 

Texto por Luis Ruiz.

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