La ciudad es nuestra
Texto por Pablo L. Morán, fotografías por Haarón Álvarez
CDMX
Llegué a la estación Insurgentes quince minutos más tarde de lo que habíamos pactado. Desde el interior del vagón vi la cara de molestia de Jimena. “Ya vamos tarde, güey”, me dijo sin dejar de masticar sus papas de carrito bañadas en salsa. Yo pensé que mi amiga exageraba, pero no dije nada porque sabía lo emocionada que estaba. La verdad, yo hubiera preferido ni siquiera ir. Estas cosas no eran para mí.
Jims quería conocer a Adriana de la Rosa, su actriz favorita. Mi amiga veía religiosamente ‘Portafolios y Secretos’, una telenovela de abogados en donde interpretaba a la hija de uno de los penalistas principales. Su personaje mantenía un romance en secreto con una de las abogadas del despacho. Lo que mantenía a Jims al borde del sillón forrado en plástico de su sala, era la espera de ese beso prometido y que en 85 capítulos no había llegado.
28-06-2020 CDMX, Foto: Haarón Álvarez
Yo estaba seguro de que, entre tanta gente, era imposible toparnos con la actriz. De hecho, yo temía encontrarme algún rostro conocido. Pero todo fuera por verla feliz y acabar cuanto antes con esto.
Salimos de la estación y me encontré con una Glorieta de Insurgentes que no había visto antes. A veces, Jims y yo mentíamos sobre ir al cine para venir a las tardeadas y claro, veíamos a adolescentes como nosotros refugiándose en este cachito de mundo. También ese día había gente como nosotros, pero se sentía diferente. El aire era otro. Mientras Jimena me obligaba a correr jalándome del brazo, empecé a ver las calles coloreadas distinto.
Llegamos al Ángel de la Independencia y ante nuestros ojos, estallaba una fiesta de colores. Había sirenas sobre peseros, súper heroínas, madres de familia, parejas de novios y novias, sonrisas, canciones en el viento y una que otra lágrima, pero ninguna de tristeza. Había protesta y también celebración. Toda esta gente se parecía a nosotros y a su vez, nadie era igual. Sin tener que voltearnos a ver, Jims y yo sellamos nuestra amistad en silencio. Nos sentíamos bien.
28-06-2020 CDMX, Foto: Haarón Álvarez
Nos adentramos en este mar arcoíris que parecía no tener fin y nos volvimos parte de él. Ya no me daba vergüenza estar en la calle. Estaba con mi gente, dejando toda la vergüenza con cada paso que daba sobre el asfalto cubierto en diamantina. Lo mejor de todo, es que estaba compartiendo esto con Jimena, a quien no tenía que voltear a ver para advertir su sonrisa. Mientras cantábamos abrazados, comprendimos algo que siempre tuvimos: no había sido coincidencia que nos hubiéramos hecho amigos desde el primer día de la prepa. El dolor de querer ser invisibles nos había unido, pero ahora, estábamos siendo. Podíamos gritar nuestra complicidad que solo existía en silencio en la escuela –y los viernes en Zona Rosa. La ciudad entera era nuestra.
Llegamos al Zócalo, donde la marcha desembocaba, pero no terminaba. Nunca vimos a Adriana de la Rosa.
– ¿Quieres esperar aquí o nos regresamos?
Jimena me regaló la risa más sincera que le había escuchado.
– No importa, Adrián.
En realidad, ver a la actriz era una excusa. Lo importante ya había sucedido. Caminamos unas calles juntos y luego nos separamos. Cada quien llegó a su casa y nuestros respectivos padres nos preguntaron qué tal estuvo la película que fuimos a ver. Los dos respondimos lo mismo: increíble.
28-06-2020 CDMX, Foto: Haarón Álvarez
Este cuento forma parte de la selección de textos de la convocatoria Microcuentos Orgullo Lector de México Lector y The New Gay Times durante el Mes del Orgullo 2020 sobre las distintas realidades de las personas LGBTQI+, partiendo desde cómo los lugares nos han dado forma e identidad, qué tanto han cambiado las ciudades y como son aquellos espacios que llamamos hogar.
Las historias le dan sentido a nuestras vidas, nos dicen de dónde venimos y hacia dónde vamos, nos conectan para reconocernos y ser reconocidos. Como escritores y lectores, tenemos que empezar a trabajar para mostrar esta diversidad de historias y realidades de personas, solo así dejaremos de alimentar estereotipos generalmente limitantes, inexactos y discriminatorios que refuerzan las desigualdades.
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