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Microcuento-fotografia-por-Vitor-Rosario

RÊVE BLANC

Texto por Thomas Wolf, fotografía por Vítor D. Rosário

Pequeña ciudad en Europa

Subo por las amplias escaleras junto a mi madre, cada quien con grandes bolsas de papel en las manos de las compras que acabamos de hacer. Ella se dedica a vender ropa lujosa y joyería por internet, lo que nos permite pagar estancias temporales como ésta durante nuestros viajes de trabajo que son casi permanentes. Este lugar es lindo. 

Al subir las escaleras nos encontramos con un lounge compartido donde domina el blanco y los colores neutros con altos espacios, y frente a las escaleras dos enormes ventanales que bajan hasta el primer piso sin interrupción. El techo está adornado al estilo rococó y alfombras cubren el piso, pero algo de magia se pierde cuando al caminar por la madera se siente hueca y no pesada y firme, o al descansar en un sillón sus cojines duros y raposos delatan lo baratos que son. Algunas lámparas no prenden, pues ni tienen cableado. Pero al menos la vista es buena, pasamos una puerta y nos dirigimos a nuestra habitación que tiene su número en romanos.

Pero antes de llegar nos impide el paso una larga mesa lateral que están reacomodando, y rápidamente llega la persona responsable disculpándose, diciendo que solo será por un segundo, y que ya la mueve. Puedo ver en su rostro que tiene más o menos mi edad, el cabello rapado y una bandana que abraza su cabeza, dos argollas pero en una sola la oreja, no en el lóbulo sino en el hélix. Tiene además algunas cadenas por collares y sus jeans ligeramente entubados están enrollados. Y con sus tenis cortos deja ver su pálida piel, y un lunar bajo su ojo que me hacen querer darle un beso. Pero me incomoda algo y pienso rápidamente las razones, porque es de mi mismo sexo, porque mi madre no lo aprobaría jamás, porque no he dado mi primer beso a otro hombre, y porque siempre que paso por una situación similar me avergüenzo de mí y siento que mi madre puede escuchar lo que pienso y, bueno, no me lo prohibiría, pero como con muchas otras cosas, ella dejaría implícito su típico “Eso para ti no”.

J’ai tué ma mére” pienso. Y no la odio, pero a veces no entiendo cómo puede ser tan insensible y al mismo tiempo tan controladora. 

Me avergüenzo aún más y solo quiero que mi madre se aleje de esta escena, como si cada segundo que pasa mi secreto oscureciera el entorno hasta delatarme. Tomo la alta mesa por un lado sin dejar mis bolsas, y esta persona y yo la movemos. No le quiero preguntar su nombre aún, pues sería muy obvio, pero decido que voy a ayudarle con la segunda sección que alcanzo a ver desordenada.

Mi madre y yo entramos al departamento. Dejo las bolsas sobre la mesa y cuelgo mi chaqueta de cuero en el perchero, le indico que ahora vuelvo. No se sorprende, pues siempre que viajamos hago amistades, pero en realidad nunca les veo de nuevo.

Cierro la puerta y me dirijo a preguntarle su nombre, y escucho “girl”; pienso que es irónico, que tendría que ser así, pero me corrige. Me llamo Kurl.

Mientras movemos los muebles se hace tarde, the golden hour entra por las ventanas y mientras le miro los ojos imagino que nos besamos y tocamos, y pienso: “Esto para mí sí”.

Este cuento forma parte de la selección de textos de la convocatoria Microcuentos Orgullo Lector de México Lector The New Gay Times durante el Mes del Orgullo 2020 sobre las distintas realidades de las personas LGBTQI+, partiendo desde cómo los lugares nos han dado forma e identidad, qué tanto han cambiado las ciudades y como son aquellos espacios que llamamos hogar.

Las historias le dan sentido a nuestras vidas, nos dicen de dónde venimos y hacia dónde vamos, nos conectan para reconocernos y ser reconocidos. Como escritores y lectores, tenemos que empezar a trabajar para mostrar esta diversidad de historias y realidades de personas, solo así dejaremos de alimentar estereotipos generalmente limitantes, inexactos y discriminatorios que refuerzan las desigualdades.

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