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Videojuegos en compañía: pantalla y vida

Fotografía por Simon Werner

La primera consola a la que jugué fué la FAMICON (sí, la NES japonesa) que tenía mi mejor amigo, y me quedaba a dormir en su casa muchos fines de semana para poder jugar a Súper Mario Bros. Jugábamos a lo que llamábamos pantalla y vida, nos íbamos pasando el mando para jugar por turnos porque, ¿quién iba a querer jugar con el Mario verde? (pobre Luigi).

Nintendo siempre ha sido la abanderada en la industria de los videojuegos, desde su primera consola doméstica más popular como lo fue la NES, hasta la que es hoy todo un éxito en ventas, SWITCH.

La primera sede de Nintendo, en Kyoto. Fotografía por Sergio Alcántara

Pero a lo largo de todos estos años siempre ha mantenido su esencia; jugar en compañía. Y es que Nintendo empezó siendo una compañía de barajas de cartas, y tras su salto a las consolas, siempre se preocupó de que disfrutáramos de los videojuegos con amigos y familiares en el sofá del salón de casa, por eso su reticencia en entrar en el juego online y por eso una de sus consolas más vendidas se llamó WII (que se traduciría como NOSOTROS fonéticamente del inglés).

Ya han pasado muchos años y sigo jugando a las consolas, solo que en lugar de jugar con amigos, juego en casa con mi novio, pero aun así seguimos jugando al pantalla y vida.

Aunque los últimos juegos de Super Mario están más orientados al juego multijugador con incluso cuatro personajes a la vez, seguimos jugando con un único personaje para evitar ese punto competitivo entre los dos; que después dice que soy muy bueno jugando y es imposible jugar contra mí (es verdad).

Incluso cuando jugamos al Mario Kart, digamos que trato de no darlo todo para que no se aburra y vaya mejorando, esto es algo que no sabe, hasta ahora mismo… o en los juegos de lucha donde normalmente se juega 1 vs 1, nosotros jugamos pasándonos un único mando contra la máquina, así o ganamos o perdemos los dos; descubrí que lo nuestro son los videojuegos de plataforma. 

Pero lo mejor de todo es jugar juntos, mientras uno lleva el mando, el otro le explica dónde tiene que ir, le avisa, le abraza, nos reímos, y si es un fin de semana, pues lo combinamos tomando algunas copas en casa, y es que los niños que jugábamos a la consolas somos los adultos que juegan hoy.

Mención especial debo hacer a la saga Zelda, que debo reconocer que soy fan y (casi) le obligó a jugar mientras lo veo tumbado en el sofá cómo discute con los enemigos que no consigue matar, le doy pequeñas pistas para que descubra por sí mismo dónde debe ir o qué hacer, y en muy, muy pocas ocasiones, a derrotar esos enemigos finales que no consigue terminar. Pocas veces porque su orgullo tiene límites.

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