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¿Por qué me abrazas tanto Mateo?

Foto por Addy 35 

Mateo siempre se supo diferente al resto, como si algo en él no estuviera bien. 

Todo sucedió cuando acudió a las vacaciones familiares en el tradicional puerto de Acapulco, aquél sitio que en otrora tiempo fuese la perla dorada del Pacífico en la que las estrellas hollywoodenses descansaban, hoy sólo quedan las migajas de lo que el viento no se alcanzó a llevar.

Sus pequeños ojos de quince años están magnetizados por el escultural cuerpo de su primo Santiago de 18 gloriosos años: su piel morena está grácilmente bronceada por el sol resaltando sus ojos café miel, haciéndolos más claros. Su cabello chino se ensortija más y más mientras se aplica el protector solar en su ovalada cara; su cuello fino, su brazos gordos, su abdomen voluptuoso y velludo enmarcado por un amplísimo short.  Santiago está pasado de kilos, pero eso lo hace aún más seductor a los ojos de Mateo: ese voluminoso cuerpo da unos abrazos descomunales en cada Navidad, tanto que se hace el distraído para abrazar dos o tres veces más a su primo favorito. ¿Qué podríamos decir de los vellos en su pecho? Fantástico monumento a la virilidad proyectada por su primo, el reparador de motocicletas que día y noche se dedicaba al negocio familiar después de haber decidido abandonar la secundaria.

Aunque su vista parece hundirse en el mar (según su madre), Mateo se sabe navegante de las pasionales olas que provoca la presencia de su primo. “Caballazos” grita mientras corre hacia sus demás familiares. Todos responden al unísono y escogen pareja. No se han terminado de formar las duplas cuando él ya está montado en la húmeda espalda de Santiago. Los golpes empiezan y Mateo se prensa con firmeza de su primo como si fuera el último refugio del mundo. Santiago tambalea y caen al mar, Mateo aprovecha la caída para acariciar lo más que puede de él. Se levantan riéndose y echándose la culpa por la caída. Es un acercamiento más.

Ha llegado la noche en el puerto. Mateo está hambriento pero cansado del terrible menú con nombres sin sentido ni significado en otros idiomas del pretencioso hotel de tres estrellas sobre la costera Miguel Alemán. Aunque secretamente ambos apoyan la idea, solo Santiago se atreve a sugerir: “Escapémonos a algún McDonald’s o algo diferente.” Y así comienzan a caminar solos sobre la avenida más larga del puerto en búsqueda de algo “menos provinciano” qué comer.

“¿Por qué me abrazas tanto Mateo?”, asestó a su primo mientras se disponían a caminar por la Costera. “No lo hago mucho, ¿o sí?” alcanzó a balbucear a medias. “Los demás no lo notan, pero yo sí. Te lo había querido decir desde hace mucho tiempo, pero no había podido. No sé que te atrae de mí, pero siento tu mirada encima. Es como cuando miras a alguien que admiras, pero tú no me admiras.” Mateo se quedó petrificado. Santiago continuó: “Me has soñado, porque yo también te he soñado. He vivido con tu mirada y manos en mi cuerpo desde que éramos niños, pero no lo había podido decir antes. Hay algo que siempre te he querido decir, y tal vez este sea el momento más indicado para explicarte mejor todo lo que en mí ocurre.”

“Nací con ambos genitales; pene y vagina. Soy lo que llaman intersexual, y no hermafrodita como muchos insisten. Toda la vida me dijeron y me llamaron Santiago, pero no sé si en realidad soy ese a quien nombran. Mi cuerpo responde a alguien más. Estoy seguro que tú me ves como hombre pero me siento mujer. Soy una mujer a quien mis padres decidieron mutilar, transformar en el hombre que insistieron que fuera. Si me preguntas quién soy, ni yo mismo lo sé, pero algún día lo descubriré.”

Mateo está atónito. No puede pensar en nada, hasta el hambre se le ha ido. Retrocede unos pasos primero y después corre para abrazar a su primo. Llora. “Creí que el único diferente era yo. Tampoco me siento hombre. No sé quien soy”, balbucea en medio de un mar de lágrimas.

Los labios de Mateo y Santiago se encuentran violenta pero amorosamente.

Ni Mateo ni Santiago han de saberlo, pero esta será la última vez que convivirán de esa manera. Al día siguiente habrán de regresar de sus vacaciones a la Ciudad de México, cada quien por caminos distintos sin saber que aquel día significó el primer paso para encontrarse a sí mismos. 

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