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TRANSitando mi cuerpo

Texto por Victoria Sámano, fotografía por Kostis Fokas

Habían pasado solo algunas semanas desde mi transición y yo aún no estaba segura sobre cuál nombre elegir: Romina, Regina o Victoria, sin embargo estaba por tener mi primer encuentro sexual con un hombre desde mi nueva identidad.

Recuerdo que en aquel tiempo usaba una peluca muy bonita, entre rubia y castaña porque me sentía insegura con mi cabello corto, además aún no estaba en mi proceso de hormonización, ni si quiera había tenido acercamiento con especialistas del tema. 

Raúl, como se llamaba aquel chico, fue muy amable y comprensible, además de atractivo, aunque jamás volví a saber de él. Relacionarme con hombres más allá de lo sexual siempre me había resultado complicado, pero no sabía que ahora lo sería aún más. 

Después de Raúl vinieron muchos más. Era todo un “éxito” en redes sociales, en las aplicaciones de encuentro, de ligue y demás, pero cuando andaba por las calles sin estar trabajando, casi nadie se me acercaba.

Al principio no era nada fácil desnudarme completamente ante alguno de ellos, a veces decidía no hacerlo por no tener pechos. Tampoco permitía que los hombres me los “tocaran”, había quienes incluso antes de verme me preguntaban si tenía implantes, lo cual a veces generaba ciertas inseguridades o hacía que cuestionara mi identidad. En mi despertar sexual como una mujer trans, tenía una confidente a quien le contaba mis experiencias y ella me aconsejaba. Siempre decía que los hombres nos utilizan y no buscan nada serio con nosotras, a mí me parecía curiosa esa idea hasta que comprendí que los hombres cis heterosexuales se relacionan de forma clandestina con nosotras: en el trabajo sexual, al ocultar su identidad o fotografía en las apps de ligue. Incluso los “valientes” que se me acercan en el transporte y los espacios púbicos, siempre andan cuidando que nadie les vea. Supongo para que no les juzguen por sentir atracción hacia nosotras.

 

Mi cuerpo, mi territorio.

Puedes TRANSitar mi territorio: las curvas, volúmenes y formas de mi cuerpo ya no son riesgosas o inseguras. He aprendido a querer lo que me “sobra”, lo que no se puede quitar o lo que aún no se desarrolla.

Más o menos, seis meses después desde que descubrí mi nueva identidad, he aprendido a querer o convivir con mis inseguridades y también a explotar mis encantos. Quizás, si ese ser supremo también es trans, nosotras, nosotres y nosotros seríamos la perfección al estar hechos a su imagen y semejanza.

 


Este texto forma parte de la Antología de cuerpos virtuales, selección a partir de la convocatoria para conocer las diferentes experiencias y nociones alrededor de la virtualidad del cuerpo antes y durante pandemia, el significado del contacto humano a distancia y el flujo de cuerpos virtuales y la conquista de nuestras pantallas. 

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