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Yo no quiero un sexfriend

Hace casi cuatro años terminé una relación bastante nociva. En todo este tiempo no he vuelto a tener una pareja, no por no quererlo sino porque hay momentos en la vida en los que toca desarmarse para limpiar las piezas y armarse mejor. Son momentos, días, meses y años en los que uno aprende sobre lo que se quiere realmente, pero este proceso casi siempre conlleva pruebas y errores.

Para mí, este tiempo ha sido un espacio en el que he intentado mucho, desde salir con alguien que conocí en una aplicación de citas, tener sexo sin compromiso, animarme a hablarle a un chico en un bar, antro u otro espacio, hasta quedar con alguien por redes sociales. De muchas formas, pues. Este trayecto ha sido interesante porque me ayudó a entender qué es lo que quería y qué no.

Después de meses complicados posteriores a la ruptura decidí abrir perfiles en Scruff y Grindr. Habían pasado unos cuantos meses sin sexo, así que las aplicaciones eran una gran opción para el sexo sin compromiso, el problema fue que casi siempre intenté conocer más a la persona con quien pasaría el rato pues dentro de mí algo buscaba identificación con el otro. La atracción debía ir más allá de lo físico.

Pronto me di cuenta que la mayoría de los que estaban en las apps no tenían interés en ir más allá de un saludo y a lo que ibas. Acostumbrarme no fue fácil, pero cuando alguno llevaba la plática más allá, disfrutaba más el momento. No es que los viera como material para novio, sólo era más interesante tener sexo con alguien con quien pudieras compartir un poco más: un sexfriend.

Como en las aplicaciones para buscar sexo suele ser más complicado encontrar a alguien dispuesto a entablar un diálogo, decidí abrir Tinder. De ahí saqué varias citas, la mayoría poco interesantes, pero muchas también terminaban en sexo con un poco de plática. Algunas citas dieron para más encuentros, pero sin mayor interés. 

Pronto me di cuenta que era más fácil, tanto en las apps de cita como en las de sexo, obtener algo más interesante con extranjeros que además de encamarse estaban dispuestos a que les mostraras la ciudad: sexo y plática asegurada por el tiempo de sus estancias. Incluso conservo contacto con algunos de ellos y cuando vuelven hemos llegado a vernos para cumplir con las responsabilidades de un sexfriend.

El problema de las aplicaciones, al menos lo digo para mí, es el estado emocional al que te pueden llevar. Son, como lo decía un amigo, un anzuelo en el que caes y es difícil salir pues por unos instantes te hacen sentir deseado y cubren con eso que quizá de verdad quieres y no sabes obtener. No digo que existan personas que puedan manejarlas con facilidad y sin meter sentimientos (envidiable) pero para mí no era más que una actitud autodestructiva.

Una vez enganchado a ellas se hizo cada vez más común el desear algo más que lo sexual. Algunas veces logré quedarme de ver con la persona después de un buen encuentro sexual, pero no derivó en otra cosa más que en pérdida de interés mutua, ghosting y un sentimiento de vacío cada vez más profundo. Las apps, todas, se volvieron en una especie de adicción por encontrar al sexfriend perfecto. Tiempo después caería en cuenta que no buscaba uno, sino algo más serio.

En la búsqueda por el sexfriend perfecto sufrí e hice sufrir. Sufrí porque un gran número de veces el objetivo decidía moverse sin decirme nada y porque al final caía en cuenta que estaba estirando una liga destinada a romperse rápido. Pero lo que más duele es el ghosting. ¿Cuántas veces no empecé a emocionarme de más y la persona terminaba evadiéndome total o parcialmente?

Pese a mi molestia por las tantas veces que alguien desaparecía de mi radar, algunas veces yo apliqué esa estrategia. Salía con alguien, teníamos sexo y notaba que el otro tenía un interés mayor al de tener sexo: quizá un amigo, quizá una relación. Como yo no sentía la misma atracción, y por cobarde, me era más sencillo evadir a esas personas, pero nunca dejé que la liga se hubiera estirado demasiado. Sólo una vez.

Fue en 2018. Llevaba algunos días escribiéndome por Grindr con un chico que me parecía lindo e interesante, material de sexfriend. Quedamos de vernos un sábado para ir a comer y ver qué onda después. La cita, porque eso fue, corrió sin grandes novedades: él era interesante pero mi atracción nula. Pese a que pasamos un buen rato juntos, pensé que no había clic de ninguno de los lados, pero sucede que de él hacia mí sí y fuerte.

Nos seguimos frecuentando por bastante tiempo, pero yo seguía en las mismas, sin sentir atracción alguna. Sólo era un chico con quien sentirme acompañado y ya, además no había química sexual. ¿No es parte de lo que se busca en un sexfriend el, además de sexo, sentirse acompañado? Llegó un punto en el que me sentí frustrado porque caí en cuenta que él me estaba ofreciendo lo que creía buscar, pero no sentía nada por él más que ¿amistad?

Cuando caí en cuenta de que él estaba enamorado, huí. Fue sencillo, tenía un viaje a Europa por dos semanas y era el pretexto perfecto para no verlo, escribirle menos y dedicarme a tener sexo sin compromiso con tanto personaje se me pusiera al frente. Después de este llamémoslo intentento de relación, no quería plantearme nada que no fuera sexo sin compromiso y, si se daba, una buena conversación.

No supe nada de él hasta una semana después de regresar. Su celular se había descompuesto y no tenía manera de contactarme. Me escribió para decirme que no sabía nada de mí y que pensaba que íbamos muy bien. No supe qué responder y jamás volví a saber de él. Sentí remordimiento por no poder enfrentarlo y ser honesto, explicarle mi sentir. Pero era lo más sencillo, huir y no volver.

Después de esta experiencia fue más fácil para mí tener sexo sin compromiso y tener verdaderos sexfriends, esos que cuando estás en necesidad basta un mensaje para satisfacer tus deseos carnales y además reírte un rato, pero pronto me cansé de no incluir sentimientos en el proceso. Entonces abrí nuevamente Tinder y Bumble, donde salí con algunas pocas personas, las pocas que sí respondían al mensaje después del match.

De todas las experiencias que tuve en esas aplicaciones, todas terminaron en ghosting hacia mí. Parecía castigo por lo que había hecho meses atrás así que me cansé de intentar y regresé a Grindr y Scruff, mordí el anzuelo y pasé literal horas frente al teléfono viendo con quién podía tener sexo, pero nada ocurría, me faltaba algo. Así fue que en una madrugada de verano de 2019 sonó mi teléfono, revisé el mensaje y era un crush de cuando tenía 20 ó 21 años escribiéndome.

Obviamente le respondí, platicamos y quedamos de vernos en ese momento. Él nunca supo de mí, pero yo sí de él entonces ya imaginarán la emoción. Pasamos un buen rato platicando, fumando, riéndonos bajito para no despertar al roomie y, finalmente, tuvimos excelente sexo. Terminamos, platicamos un poco más, nos pasamos números y me fui a casa.

Al día siguiente nos escribimos y todo bien. Al otro le escribí y obtuve una respuesta parca. El tercer día ya no hubo siquiera respuesta. Yo estaba muy emocionado porque el chico es guapo, inteligente, tiene buena plática y el sexo fue muy bueno. Entré en crisis, así que decidí regresar a terapia para entender mejor qué es lo que me estaba pasando y qué había ocurrido en este tiempo que llevaba soltero.

De lo primero que descubrí fue que no quería sólo algo sexual, luego que no quería un amigo, finalmente caí en cuenta de que las apps me estaban haciendo demasiado daño. Yo no quiero un sexfriend, esos son para mí sólo paliativos de lo que me gustaría tener. Ahora que tengo más claridad sobre lo que me gustaría, toca seguir trabajando en mí, resolver temas del pasado, quererme más y, con más herramientas emocionales, seguir intentándolo.

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